Con tozudez, con empuje y sin desviarse un centímetro de sus objetivos, cual equino empujando el carro económico que encontró hundido en el fango, José Ramón Bauzá está consiguiendo su principal misión desde que llegó a la presidencia del Govern: derrotar el paro y conseguir la reactivación productiva. No hay duda de que este será su activo fundamental cuando tenga que pasar por las urnas la próxima primavera. Su victoria sobre el paro es incuestionable.
Ha exigido sacrificios, austeridad y resignación, valores que le han servido de trampolín para que las ruedas de la economía vuelvan a ponerse en marcha. Los hechos han demostrado que su línea de actuación en economía era y es la correcta. A menudo ha parecido insensible hacia el sufrimiento social, pero como experto en medicinas que es, siempre ha sabido que su receta de recuperación es desagradable al paladar pero fundamental para reactivar las constantes vitales de un cuerpo social que había caído en una crisis espantosa.
Bauzá ha acertado, entre otras cosas porque sus conciudadanos han conectado con él en la necesidad de la austeridad y recortes en los momentos más duros, en ser pacientes y seguir empujando sin rendirse cuando las condiciones objetivas eran pésimas. El presidente ha visto que la gente sabe reaccionar con coraje cuando se le imponen sacrificios que, a la larga, acaban por conducir a la recuperación.
Ahora que las ruedas están dejando atrás el fango, ahora que se tiene por delante un camino mucho más placentero, convendría que el presidente también reflexionase sobre otros conflictos como el educativo o el lingüístico. En este aspecto no ha obtenido el éxito del que si goza por su política económica. Se diría que hay dos Bauzá: el firme, seguro e incansable, capaz de arrastrar con sus hombros y el de sus colaboradores el carro de la depresión hasta salir sin desmayo del atasco. Y el otro Bauzá al que le cuesta buscar el dialogo y prefiere mantener activado el piloto automático en sus relaciones con docentes e intelectuales. Es una lástima. Un Bauzá más abierto y dialogante estaría ahora protagonizando una legislatura redonda que comenzó cargada de problemas y en plena tempestad de la crisis.
La gente responde cuando se cuenta con ella. Se ha visto en las medidas económicas. Y se ve, a la inversa, en la política educativa, donde se toca de lleno el terreno de los sentimientos. Para un presidente, una mano tendida con franqueza y generosidad en el campo de la defensa de los valores propios es el equivalente a cien caballos de fuerza.





