Bobos

No me refiero ni a Artur Mas con su enésima “bobaliconada” ni al presidente canario, Paulino Rivero haciendo de Artur, y pidiendo la independencia para sus islas afortunadas. Eso sí, protegidas por el ejército español, no sea cosa que se desmadre el vecino marroquí y le reclame Fuerteventura.

Cuando digo bobos, en este caso me incluyo, y yo no soy ni canaria, ni muchísimo menos, independentista. Simplemente, soy una madre boba, en casos extremos, hasta idiota. Yo fui una de tantas mujeres que retrasó su maternidad hasta pasados los treinta y tantos, y una vez convertida en madre, me entregué a la causa con todas sus consecuencias. Salvo participar en el concurso de padres disfrazados, (fui la única de toda la guardería que no lo hizo, incluso hubo abuelos disfrazados de dálmatas), lo he hecho y sigo haciendo, todo. Los padres de hoy en día nos hemos convertido en esclavos y choferes de estos seres diminutos, pequeños y adolescentes a los que hacemos realidad, sin varita mágica pero sí con cartera, cada uno de sus deseos, mejor dicho, caprichos.

Cuando te conviertes en padre y madre de hoy, pierdes el norte por tus hijos. Celebras sus cumpleaños como si fueran bodas gitanas, invitando a toda la clase con allegados incluidos, porque los padres de hoy, vamos a todas las fiestas de los amigos de nuestros hijos. Como tengas dos en edad de invitar, date por perdido (por no decir otra palabra). No me imagino a mis padres los viernes por la tarde de ruta por todos los “chiquiparks” de Mallorca. Los bocadillos de nocilla y la fanta de naranja han pasado a la historia. Ahora, los padres de hoy en día, encargamos menús con nestea, castillos hinchables y animadores para entretener a los niños y, por solidaridad, algo de más alto nivel gastronómico para sus esclavos acompañantes. Si tienes hijos pre adolescentes tampoco estás a salvo porque, o los llevas a una atracción que te cuesta un ojo de la cara, o te montan un pijama party en tu casa, que consiste en una docena de chavales durmiendo tirados en tu salón con sacos de dormir con olor a pies y a sudor.

Los padres de hoy en día tampoco podemos perdernos ningún final de curso de nuestros hijos. Ya no son sólo en verano. Ahora, hay show navideño, taller de huevos de Pascua, día del deporte y de los abuelos y carrera por la caridad los sábados o domingos. Ya no solicitas un día extra en el trabajo para ir al médico, lo pides para ver a tu hijo competir en una carrera de sacos. Los deberes, se han convertido en un asunto del más alto nivel familiar. Los padres actuales vuelven a sumar, restar y multiplicar.

La selección natural en los niños de hoy en día tampoco existe. Aplicarla ahora sería ser muy cruel. Si tu hijo es gordo, perdón, tiene sobrepeso, y Dios no le ha llamado por la danza o el fútbol, no pasa nada. Jugará todos los partidos y será la primera figura del baile. Si no es así, denunciarás el agravio sufrido a su profesor o lo desapuntarás de la actividad en cuestión. Atrás quedan los años en que una niña hacía de mariposa y otra de tronco de árbol en los finales de curso de ballet. O, uno chupaba banquillo y otro marcaba los goles. En aquellos tiempos de colegio, no tan lejanos, el listo era el delegado de curso y el burro se sentaba atrás tapado por los abrigos. El que llevaba gafas era cuatro ojos y la guapa del colegio era la virgen María en el belén viviente de cada Navidad. Y en casa, una mirada de tu padre con una ligera elevación de ceja bastaba para ponerte firme con diez y con treinta años. Hoy, como somos incapaces de pegar un bufido, pedimos ayuda profesional porque nuestro hijo es muy movido, vamos, que a la criatura  no hay quien la aguante.

El ocio familiar es un tema aparte. Los viajes, se convierten en pesadillas temáticas. Todos los niños tienen que ir a Eurodisney antes de los diez años porque sino, serán unos desgraciados. Si no te lo puedes permitir, da igual, lo financias con unos grandes almacenes y a gastar que total, la vida son dos días. Si son adolescentes querrán ir a un concierto de algún grupo que toque lo más lejos de Mallorca, o a ver una carrera de fórmula uno.

Esta nueva forma de esclavismo familiar nos ha convertido en el hazme reír de nuestros padres, que ya no preguntan qué haces un viernes por la tarde porque saben que estarás encaramada en un castillo hinchable salvando a un niño de la asfixia, o aburrido viendo un entreno de fútbol donde lo mejor, es una madre cañón animando a su retoño desde la grada. Lo dicho: somos bobos, de remate.

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