Cuando el Mallorca cesó a Lluis Carreras a falta de tres jornadas para terminar la liga 2013-14, Pepe Gálvez, que igual que ahora entrenaba al Mallorca B, recalcó que si el filial ascendía, el mérito sería de Pep Alomar. Fue al ocupar su anterior puesto y que el de Sa Pobla formó tándem con Olaizola, en mi opinión por este orden, para salvar del descenso al primer equipo en sólo tres partidos: dos empates fuera, en Girona y Córdoba, y una victoria en Son Moix frente a la Unión Deportiva Las Palmas. Esto fue en mayo del 2014 y el pago que recibieron ambos por parte del director deportivo, a la sazón Miguen Angel Nadal, consistió en enviar al vasco al “B” y poner a su compañero de banquillo a las órdenes de Miquel Soler a partir de la pretemporada prevista desde mediados de julio siguiente.
A principios de agosto, ni el nuevo técnico ni sus ayudantes habían visto los papeles de sus contratos y la oferta del club, 150 mil euros al año a repartir entre todo el cuadro técnico, menos de lo que percibía la dirección deportiva encargada de la negociación, por lo que el 5 de agosto, si no me falla la memoria, el bueno y contrastado de Alomar decidió tomar las de Villadiego o, para ser más exactos, las de Abu Dhabi, donde se encargó de la dirección de la escuela de fútbol del Baniyas, puntero de aquel país árabe.
La travesía del desierto ha terminado para Pep que, según acabamos de saber, ha sido reclamado nuevamente por Serra Ferrer para dirigir el fútbol base del Real Betis, la cantera verdiblanca. Finalmente el tiempo y la justicia ponen a cada cual en su sitio, aunque algunos nos lamentemos de que, en ocasiones, lo hagan con más lentitud de la que desearíamos. Dios los cría y ellos se juntan. Ellos vuelven a la élite y el Mallorca de Sarver, Molango y Cia tratan de salvar, con más voluntad que acierto, los inservibles muebles que le compraron a Claassen y sus adláteres, Cerdá, Terrasa y adjuntos.
