Nunca ha sido fácil ser un canterano, ni en Mallorca, ni en ningún otro sitio. El futbolista suele irrumpir en el primer equipo por alguna necesidad -siempre que no te llames Marco Asensio-, genera un efecto gaseoso y de agitación en la grada, pero a medida que el tiempo discurre la lupa le acaba quemando. Ha sucedido en Son Moix con tipos como Nsue, Víctor, Pereira, Enrich o el propio Truyols, y ahora quien está en el centro de la diana es Abdón Prats.
Nadie discute que haya llegado a Segunda División por ser un gran futbolista y seguro que si Karpin le ha concedido la titularidad es porque advierte sus cualidades. Pero erró en un momento en el que el mallorquinismo tenía tanta ansiedad que no perdonó ni a los chicos de Son Bibiloni.
Y claro, más de uno debió acordarse que al otro lado hay un joven menorquín que siempre ha declarado su amor por el Mallorca y que lleva una pila de goles en lo que llevamos de ejercicio jugando a miles de kilómetros. Sí, sí, al mismo que hubieran pitado de haber fallado ayer ante el portero rival vestido con la camiseta del Mallorca. Esto es así y no se ha inventado ahora. Lo que sí que tengo claro es que los silbidos le dolerán más a Abdón que a cualquier otro futbolista llegado de fuera.