Tras leer la extensa entrevista que Cristina Suárez le hizo al jefe de la Policía Local de Palma, José Luis Carque, y que ayer publicó este digital, se pregunta uno si estamos ante un profesional de la seguridad pública o ante un político empeñado en vendernos una moto que no anda. Más parece lo segundo.
Carque afirma categórico que los barrios palmesanos de Son Gotleu, Pere Garau o La Soledat, no son peligrosos ni inseguros, sino "barrios reto". Sin duda el veteranísimo agente local está de cachondeo. Apostaría que él reside en uno de estos barrios que le resultan tan estimulantes en lo profesional y es por ello que se atreve a contradecir a los vecinos que se manifiestan exigiendo soluciones policiales a una problemática delincuencial que ni es anecdótica ni es esporádica ni tampoco circunstancial. ¿Qué pretende Carque maquillando la realidad? ¿Difuminar su responsabilidad como jefe de Policía? No lo conseguirá y únicamente transmite una sensación de frivolidad pasmosa.
Cuando se le interroga sobre el problema del ruido, divaga sobre cuestiones ajenas a su responsabilidad, como si se tratase de una tormenta de otoño. Que si los turistas, que si el buen tiempo, que si los hosteleros. Pero ¿qué dice del papel que para combatir este fenómeno fuera de control tiene el cuerpo que él dirige (es un decir? ¿Qué hace para frenar la proliferación de motos con tubos de escape trucados? ¿Qué hace para corregir los comportamientos de numerosos bares de copas con las puertas abiertas cuyos clientes se concentran en la puerta, fumando y bebiendo en la vía pública? Ni una palabra.
Nos conmina a esperar uno o dos años para comprobar la eficacia de la policía de barrio. Como si los vecinos pudieran esperar tanto…
Cuando dice que no quieren ser únicamente el 092 o el 112, es para echarse a llorar. Como si allí hicieran mucho caso a las denuncias de los ciudadanos que llaman desesperados y acaban peor oyendo excusas absurdas que acaban con el consabido “cuando haya una unidad disponible, la enviaremos”, cosa que usualmente no sucede. Además, si el sheriff del condado denomina a muchas de las llamadas que se reciben “llamadas de castigo”, ya se puede uno suponer la reacción de los operadores que las contestan: a la defensiva y ni caso.
Su defensa de la limitación de velocidad a 30 km/h es esperpéntica. Cuando veamos el cochazo X-0 (el suyo oficial) ir a esa velocidad, o a cualquier coche patrulla, entonces le creeremos.
Lo único sensato de la entrevista es lo del Caso Cursach, pero tampoco sirve de nada opinar a toro pasado. Cualquiera acierta las quinielas el lunes…
Qué pena que no se le preguntara por su lamentable papel para tapar el episodio de la presidenta del Govern, Francina Armengol, en el Hat Bar. Al amenazar a sus subordinados para evitar que hablen con la prensa demostró qué tipo de funcionario es.