Pero el lunes 10 de enero todos los centros educativos volverán a abrir sus puertas para iniciar las sesiones lectivas, o eso espero. Hasta ahora se ha demostrado que los colegios e institutos son espacios seguros. La variante omicron no se va a llevar por delante a la escuela. A partir de esta semana veremos cómo el gobierno central y autonómico nos agasaja con una ristra de restricciones de las que el ámbito educativo debería permanecer al margen.
Hace unos días tuve la oportunidad de charlar de manera distendida con el Conseller de Educació. Hablamos, por supuesto del COVID. Además, también me confesó que era lector asiduo de mis columnas en este diario. Pues bien, aprovecho ahora estas líneas para expresarle que a la vuelta de este parón navideño los centros educativos tienen que abrir sus puertas, tenemos que forzar más las medidas de seguridad para evitar la transmisión, si hace falta desdoblar grupos, lo haremos; pero no cerrar y dejar a los niños en sus casas.
Los centros educativos contamos con un plan de contingencia que es el salvavidas de nuestros alumnos para progresar. Volver otra vez a revivir la situación de hace un año y medio provocaría una brecha ya difícil de remontar. Muchos centros educativos ahora empiezan a padecer las consecuencias de aquella pretérita fecha. Los datos de rendimiento académico hablan por sí solos. Este descenso no lo podemos sortear recogiendo medidas laxas de evaluación y promoción en la legislación. Lo tenemos que remontar trabajando en los centros de otra manera. En el mío, hemos aumentado un 10% el rendimiento académico en el primer curso de la educación secundaria con respecto al maléfico curso de la pandemia.
Además, no podemos permitir que todo el engranaje que hemos orquestado en los centros educativos con el bienaventurado programa PROA+ se vaya al garete porque el perjudicado sería el alumno. El programa de refuerzo escolar de las tardes para los alumnos que necesitan ese empujón, las escuelas de familias, los programas de prevención del absentismo, etcétera.
Como sociedad no nos podemos permitir volver a desenganchar al alumno del sistema educativo. Si lo hacemos, la mortalidad silenciosa de este virus dilapidará para siempre el progreso de nuestro país. Y ahí el Conseller tendrá a su lado a todos aquellos que, al igual que los sanitarios, estamos por la labor de remangarnos y arrimar el hombro.