A Maria hoy no le hablaban en el colegio. Ni sus mejores amigas se han atrevido a acercarse a ella, como cada recreo, para repasar los últimos cotilleos. Porque a Maria la pillaron ayer, manos en la masa, copiando, durante el examen de historia. Y ahora, aparte del castigo ejemplar y el lógico suspenso, se verá arrinconada por un tiempo, sin tener a nadie cerca con quien hablar. No vaya a ser que los profesores se crean que yo también copio, si la saludo, aunque sea una de mis mejores amigas.
Andrés también monto una buena ayer, se ve que la inmensa luna nos ha trastornado un poco a todos. El se enfadó porque cuando llegó, junto con su colla de amigos, a la conferencia que cada año imparte un profesor externo, de reconocido prestigio a nivel Naciona e Internacional, encontraron las sillas que habitualmente ocupan, ocupadas y de ahí el “pollo” que montaron. Salieron al patio, llamaron a la tutora, al director, a los profesores y la liaron explicando que, los del curso superior (unos pillos veteranos y puñeteros), habían ocupado su espacio y lo habían hecho adrede.
La Dirección no se inmuto apenas, ante una pataleta tan pueril, si bien todos tuvieron que afanarse en subir las sillas amontonadas en el gimnasio, para tranquilizar un poco al personal y conseguir que el conferenciante pudiera iniciar su charla.
Por si esto no fuera suficiente, tenemos el problema entre Carlos y Esperanza. En resumen, los dos son de la misma colla. Se conocen desde hace años porque siempre han venido a este Colegio. Pero Esperanza, que es mandona quiere liderar su colla y Carlos, que es más novato en esto, pero ambicioso también, se le ha subido a la chepa y andas los dos a la gresca. Con todo ello resulta que el Colegio está de lo más animado porque cuando no son las collas de Esperanza y Carlos, las que están montando un “pitote” discutiendo a grito pelado, tenemos a Andrés llorando por las esquinas, pidiendo sillas en los rincones.
Por esos rincones se sientan a fumar a escondidas, Elisa y Guzmán. Ellos pasan de todo y de todos. Tienen también su propia colla pero no discuten nunca entre sí. Saben que dividir en perder y por eso mantienen un respeto mutuo que se agradece, en este gallinero caótico. El único problema es que, al pasar de todo, desquician a Roberto, que no puede consentir que estos, no quieran participar en las reuniones del colegio, en las actividades extra escolares ni en nada que signifique acatar las normas comunes a todos.
El Director, que lleva varios años aquí, nos mira a todos alucinados, y en el fondo, no entiende, como con tanto follón, no le han expulsado ya del Colegio, de la Dirección y de la docencia. Creo que es porque nadie quiere venir aquí, a lidiar con nosotros. Ello no obstante, estoy segura de que algún día mis compañeros de clase llegarán muy lejos y hasta es posible, que lleguen a decidir lo que hay que hacer con el dinero que se recauda de cada uno de nosotros. Porque son listos en el fondo, aunque no lo parezcan.





