Nada más y nada menos que con la justicia europea. Y es que, el tribunal de justicia de la unión ha dictado una sentencia que está ocasionando un terremoto en las administraciones públicas.
Concretamente, el alto tribunal califica de “abuso” la contratación temporal de trabajadores en las administraciones públicas. Y, ahora, deprisa y corriendo nos ponemos a diseñar la manera de arreglar un desaguisado que acucia la administración pública desde hace muchos años.
El TJE no viene más que a evidenciar que los gobiernos no han hecho bien su trabajo. Esto es, convocar las plazas de funcionarios que fuesen necesarias para cumplir con los pactos de estabilidad y la reducción de tasas de interinidad.
Ahora, tampoco de lo que se trata es de buscar culpables a lo que se demuestra falta de previsión, falta de visión de Estado y altura de miras. Lo que sí está claro es que, grosso modo, los mayores beneficiados son un grupo de interinos que acabaran ocupando una plaza fija de funcionario después de años de trabajo sin haberse esforzado en presentarse a una prueba selectiva.
En el ámbito laboral que me ocupa, el de la docencia, es cierto que la tasa de interinidad es muy alta, y los que los últimos procesos selectivos no han sido suficientes para estabilitzar los claustros de profesores con personal funcionario de carrera.
Si esto ha ocurrido, en parte, es porque muchos tribunales han dejado plazas sin adjudicar porque ninguno de los aspirantes cumplía con los mínimos exigidos. O porque se han presentado menos aspirantes que plazas ofertadas.
A pesar de todo esto, no es menos cierto tampoco que si llevamos años defendiendo que a los puestos de la educación tienen que llegar los mejores. Necesitamos los mejores profesionales para desarrollar una labor de cada vez más complicada.
Pues ahora con la varita màgica del TJE convertimos a todos en funcionarios para cumplir así con lo que dicta el alto tribunal y ahorrarnos unos cuantos millones de euros en sanciones.
Pero... lo que nos ahorramos por un lado, lo gastamos en otro. No sé todavía muy bien cómo va a acabar esta película, pero de lo que sí estoy seguro es que los mensajes contradictorios que lanzamos a la sociedad no ayudan en nada en revalorizar la figura del funcionario, en general, y la del docente en particular.