Contrastes

El pasado 26 de julio, Gro Harlem Brundtland y Malala Yousafzai recibieron el Premio Internacional Catalunya por su lucha por la defensa de los derechos humanos, especialmente contra la desigualdad de trato hacia las mujeres. La noruega Brundtland, de 74 años, médico de profesión, tres veces primera ministra de Noruega, directora de la Organización Mundial de la Salud de 1998 a 2003, enviada especial de la ONU para el cambio climático desde 2007 y miembro de diversos grupos de trabajo internacionales dedicados a temas de derechos humanos, problemas ambientales, discriminación de la mujer y economía del desarrollo, ha dedicado toda su vida al diseño de políticas para la mejora global de la salud, desarrollo sostenible, lucha contra el cambio climático y mejora de las condiciones de vida de la mujer. Ella era el principal objetivo del criminal Anders Breivik en la matanza de la isla de Utøya, pero se retrasó por problemas con el transporte y cuando llegó a la isla ella ya se había marchado. Malala, paquistaní de 16 años, es nativa de Mingora en el noroeste de Paquistán, uno de los feudos de los talibanes, que han protagonizado en los últimos años diversos enfrentamientos con el ejército. Con 11 años empezó a escribir, con pseudónimo, un blog en la BBC, en el que exponía las condiciones de vida bajo los talibanes y denunciaba los intentos de prohibir a las niñas el acceso a la educación. Tras un documental sobre su vida filmado por el New York Times y una serie de artículos y entrevistas, Malala se convirtió en la punta de lanza de la denuncia contra la brutalidad de los talibanes, especialmente contra la mujer. El 9 de octubre de 2012 sufrió un atentado, en el que fue tiroteada en la cabeza y el cuello por varios talibanes cuando iba en el autobús escolar. Milagrosamente no murió y, tras un nuevo intento de asesinato contra ella y su padre, fue trasladada al Reino Unido, donde su recuperación ha sido espectacular y desde donde sigue luchando por el derecho de todos los niños y niñas del mundo a recibir educación. Ella sigue la estela de su compatriota Iqbal Masih, que no tuvo tanta suerte y fue asesinado en 1995 con 13 años, después de haber estado esclavizado durante años en una fábrica de alfombras, vendido por su padre a cambio de un préstamo para poder pagar la boda de su hermano mayor. Cuando consiguió escapar se dedicó a denunciar la situación de los niños esclavos de Paquistán, hasta que unos esbirros acabaron con su vida. En su honor se declaró el 16 de abril, día de su asesinato, día mundial contra la esclavitud infantil.

En contraste con el ejemplo luminoso de estas dos mujeres, estos días se han producido acontecimientos mucho más oscuros y desgraciados.

El peor, el terrible accidente de tren de Santiago de Compostela. Ante un desastre de tal dimensión, no queda sino manifestar el más absoluto respeto por los fallecidos y solidaridad con el resto de las víctimas y con los familiares. Entre tanto dolor, nos queda el comportamiento extraordinario de los gallegos, ayudando desde el primer momento en el rescate y colapsando los centros de donación de sangre. En cuanto al accidente en sí mismo, parece que se pretende derivar toda la culpabilidad hacia el maquinista. Con independencia de cual sea su responsabilidad, que determinarán las investigaciones pertinentes y los tribunales, disponer de un culpable único es de lo más conveniente, ya que evita tener que dar explicaciones acerca del trazado de la línea férrea, acerca de quien decidió que fuera ese y no otro, acerca de la existencia o no de sistemas de seguridad y control, acerca de la idoneidad y el mantenimiento de la señalización y todos los aspectos técnicos involucrados.

También hemos conocido la sentencia del caso Can Domenge y su derivada de prisión preventiva para Maria Antònia Munar. No voy a hacer ningún comentario sobre el contenido jurídico del caso, ya que no tengo los conocimientos para ello y personas que sí los tienen ya han escrito abundantemente al respecto, pero mi percepción, como ciudadano, es que justificar la prisión preventiva en un posible riesgo de fuga ¡de una isla! es un argumento muy endeble. No parece probable que una persona tan conocida pueda fugarse de una isla y, en cualquier caso, hay instrumentos de control electrónico que permiten tener a cualquiera localizado en todo momento. Este encarcelamiento preventivo parece un ensañamiento excesivo, fruto de una voluntad ejemplarizante más propia de otros tiempos. Muchos ciudadanos estamos muy preocupados ante la impresión que tenemos, cada vez más firme, de que la justicia no es igual para todos, de que hay sentencias con penas disparatadamente altas que contrastan con otras, por delitos similares o idénticos, sorprendemente benévolas. La democracia necesita una justicia justa, no justiciera.

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