Crónicas marcianas

Este fin de semana hemos conocido por los medios de comunicación, que en los próximos días se presentará en una reunión científica en Italia una hipótesis elaborada por el equipo de Steven Benner, del Instituto Westheimer de Ciencia y Tecnología de Florida, según la cual la vida se habría originado en Marte. Al parecer, por los datos de la información periodística, la hipótesis se sustentaría en la teoría de que la formación de la vida requeriría de una forma muy oxidada de molibdeno y quizás también de boro. Hace tres mil millones de años en La Tierra no se daban las condiciones adecuadas, porque su atmósfera contenía muy poco oxígeno y había demasiada agua, mientras que sí se daban en Marte. La vida, por tanto, se habría iniciado allí y habría llegado hasta nuestro planeta transportada por meteoritos, lo que resultó una gran suerte, puesto que la evolución del medio ambiente marciano no resultó favorable para la vida, mientras que la nuestra sí lo fue.

La hipótesis del origen extraterrestre de la vida y su posterior llegada a La Tierra no es nueva, pero ahora parece que tendría una base científica verosímil, aunque altamente especulativa y en ningún caso definitiva.

El denominado “planeta rojo” siempre ha ejercido una gran fascinación sobre nosotros y es uno de los argumentos clásicos de la ciencia-ficción. El conjunto de relatos titulado “The Martian Chronicles”, Crónicas Marcianas en su traducción española, es una de las obras capitales de Ray Bradbury, uno de los grandes maestros de la denominada “edad de oro” de la literatura de ciencia-ficción, que nos dejó el año pasado a la respetable edad de 91 años. Los cuentos narran, sin ligazón argumental entre ellos, la colonización de Marte por la especie humana. Los cuentos y novelas sobre Marte de finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, probablemente influenciados por las opiniones de los astrónomos Schiaparelli y, sobre todo, Percival Lowell, de la existencia de canales artificiales en la superficie del planeta, lo que supondría la existencia de una civilización tecnológicamente avanzada, trataban sobre todo de la invasión de La Tierra por los marcianos. Así ocurría en la novela La Guerra de los Mundos de H.G. Wells, de la que Orson Welles hizo la memorable versión radiofónica, en forma de supuesto noticiario, que muchos ciudadanos tomaron por retransmisión en directo de una verdadera invasión, generando una oleada de pánico en la zona de Nueva York y Nueva Jersey. También es notable la novela de Alexei Tolstoi, Aelita, la reina de Marte, sobre todo porque inspiró la magnífica película homónima de Yakov Protazanov, una de las obras pioneras de la ciencia-ficción rusa, con una estética vanguardista adelantada a su tiempo. El argumento de muchas películas de ciencia-ficción de serie B de los años 50 se basaba en la invasión de los marcianos. La memorable película paródica de 1996, Mars Attacks, de Tim Burton, era un homenaje a todas estas películas y novelas de “marcianos”, basada en una serie de cromos muy popular en los EE.UU. a principios de los 60.

Las novelas de la segunda mitad del siglo XX, en cambio, suelen tratar de la colonización terrestre de Marte, un planeta “real” frio, desértico y sin atmósfera respirable, en el que hay que establecer colonias habitables protegidas del hostil medio ambiente marciano, o, en otros casos, los autores prefieren la opción de la terraformación para convertir el planeta en habitable. Es el caso de novelas como Las arenas de Marte, de Arthur C. Clarke, Moving Mars de Greg Bear, A través de Marte de Geoffrey A. Landis, o la trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson. La película de Brian de Palma, Misión a Marte, una de las pocas interesantes sobre Marte de los últimos 40 años, en los han abundado bodrios como Fantasmas de Marte de John Carpenter, o Planeta Rojo de Antony Hoffman, o intentos semifallidos como Desafío Total de Paul Verhoeven, trata de una expedición que llega a Marte y encuentra una construcción dejada por una civilización marciana, en la que se incluye una proyección que explica que la vida se desarrolló en Marte y desde allí se sembró en La Tierra y después, al volverse Marte inhabitable, tuvieron que partir hacia un destino desconocido.

Si la hipótesis del grupo de Benner fuera cierta, las misiones tripuladas a Marte que se planean para alrededor de 2050, serían en realidad un retorno a nuestro lugar de origen, una vuelta a casa.

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