Unas enormes vallas publicitarias que yo he podido ver al menos en la vía de Cintura de Palma, dicen que hay gente que llevaba años buscando en el mapa dónde estaba Mallorca y que, a la primera oportunidad, han cruzado el mundo para venir aquí. No nos lo dicen en la publicidad, pero se trasmite la impresión de que se han hipotecado para hacer un viaje interminable hasta nuestra isla. Dice que venían al Mallorca, ese club de fútbol único e increíble donde lo que sucede no tiene parangón. Y nosotros que lo tenemos aquí, no nos damos cuenta, hasta nos sonreímos con estos anuncios. Uno, dicen, vino desde Japón; otro, desde Sudamérica; hubo uno de Francia y otros de África. Y todo para ese fenomenal equipo. A medida que pasan las semanas y veo al Mallorca, empiezo a entenderlo todo: el equipo va echando a sus entrenadores, está en manos de administradores judiciales, su presidente no manda, su máximo accionista y el director general no se hablan, o se llevan de pena y entonces todo cuadra: empiezo a comprender que haya gente que cruce los mares, como Marco, en busca de ese club de fútbol en el que el espectáculo es continuo. Ustedes verán: pocas veces una publicidad ha sido tan justa, aunque nunca lo hubiéramos creído.





