En la víspera del encendido de la iluminación navideña, que este año alumbrará más tarde las calles de Palma, no pasa inadvertido el oscurantismo del clima político que respiramos en las Islas. Gobierno y oposición se enfrentan a todos sus fantasmas de un tiempo a esta parte y al unísono, en un escenario sombrío, más propio de la noche de difuntos que de la próxima Natividad.
Con el PSOE agrietado por las baronías bilingües, Podemos desintegrándose paulatinamente, MÉS desnortado, Ciudadanos en otro mundo y el PP sin voluntad de reunirse, es probable que ni los villancicos sean capaces de reunir en la misma mesa a familias tan dispares.
Si hacia dentro son todos una jaula de grillos, especialmente en Ferraz, donde cada día pierde más fuerza Pedro Sánchez y hasta se deshincha Susana Díaz en favor de una tercera vía, los herederos de Pablo Iglesias han descubierto que actuar como el homónimo de su presidente fundador da más rédito que enrocarse en la negativa, por lo que un día se alían con la izquierda y los nacionalistas para derogar leyes de difícil viabilidad y al siguiente convienen con el Gobierno el mayor incremento del Salario Mínimo o algunos principios básicos para la consolidación fiscal. O estamos afectados de cataratas o cada día hay más opacidad.
En este teatro de sombras chinescas, no es de extrañar que al Parlament le amonesten por falta de transparencia y tengamos un Govern que miente más que promete. La luz y taquígrafos, que se nos viene ofreciendo desde 1982, sigue siendo un bonito adorno en los programas electorales de los partidos, viejos y nuevos. Todos tienen en su sede un cuadrilátero, donde una serie de aspirantes tratan de conquistar el cinturón de campeón mientras otros tratan de conservarlo, repartiéndose mandobles a diestro y siniestro, pero sin cámaras de por medio. Siquiera el poder, que siempre se consideró el bálsamo de fierabrás para curar todos los males del parlamentarismo, está suponiendo alivio para los que sostienen a duras penas el gobierno. Algo a lo que ya deberíamos estar acostumbrados, tras dos legislaturas de “progreso”, si no fuera porque en esta ocasión se han precipitado las desavenencias a la primera mitad de la legislatura y nunca antes fue tan heterogéneo el flanco derecho del Salón de Plenos.
Hablando del antiguo Círculo Mallorquín, las alegaciones presentadas por las expedientadas “cautelares” de Podemos son tan endebles como las acusaciones que fundamentaron su destierro, por lo que la batalla por el control de la formación morada no termina en Madrid y en media docena de consejos ciudadanos, sino que amenaza con extenderse por simpatía en todo el Reino. Así resulta imposible adivinar lo que nos deparará el futuro y no es extraño que desaliente a los que se concentraron en las plazas hace cinco años y marchite cualquier posibilidad de cambio.
En unos días conmemoraremos el alumbramiento del Dios de los cristianos, un revulsivo para el ser humano que no está preparado para superar el agnosticismo sin la expectativa de un eterno jubileo. Tampoco parece que sepamos relacionarnos sin referentes que nos marquen el camino y ese es el papel que hemos confiado a quienes deben representarnos, aunque empecemos a poner todos la misma cara de atónitos ante el descrédito paulatino de nuestros aforados. Un desatino tras otro al que no podrá poner remedio una Oficina contra la Corrupción, que ha nacido con la sospecha de ser un instrumento de partido, como el Govern desea de la Abogacía que pagamos entre todos, ya que en 35 años de Estatut d’Autonomia no se ha conseguido consensuar un Ombudsman que sea del gusto de todos y para el que ya se previeron competencias que hacen innecesario este nuevo dispendio.
La historia les juzgará, al margen de los hechos delictivos que pudieran haber cometido, por haber frustrado la confianza de muchos humanos en el porvenir, tratando de ocultar en la oscuridad sus ineficiencias y desvaríos o haciéndonos creer que pueden rescatarnos tras habernos hundido. Hace dos partos que llegaron al poder y ya han hecho más daño a la regeneración democrática que si hubieran concebido un cancerbero.





