La situación ayer lunes era tan grave que es mejor no darse cuenta del riesgo que estamos corriendo, para poder disfrutar del verano. Pero lo cierto es que España está, de nuevo, al borde del abismo. El riesgo de impago de la deuda exterior ha crecido sensiblemente debido a que los mercados no nos creen, no hay confianza en nuestras políticas. La cuestión, traducida en términos simples, es que no estamos en condiciones de pagar el dinero que nos prestan al tipo que nos exigen, 4 puntos más que a Alemania. La gestión española de la crisis en los últimos meses ha sido bastante seria, sobre todo desde que Zapatero dio un giro de 180 grados y se puso a aplicar recortes y a controlar el gasto. Como Gobierno, ha convencido y ha tranquilizado. Pero no todo está yendo tan bien: el agujero de la Caja del Mediterráneo, que se tendrá que pagar con deuda, es grave, pero más grave es la duda que genera sobre si hay o no otras entidades en situación comparable. La entrada de nuevos gestores en muchas comunidades autónomas ha permitido desvelar que los datos que se venían facilitando, respecto de su situación financiera, eran absolutamente falsos. Y las autonomías son importantes, porque ya tienen más capacidad de gasto que el Estado central. Todo esto, la ausencia de una recuperación del consumo y la inestabilidad política que supone una convocatoria electoral ¡a cuatro meses! están volviendo a ponernos al borde del abismo. Sin embargo, hay alguna noticia positiva. La crisis española es casi idéntica a la de Italia. Ninguno de los dos países tiene gobiernos serios -el caso de Berlusconi parece insuperable-; ninguno de los dos parece capaz de controlar sus finanzas, pero España tiene dos cosas que le aportan una cierta ventaja: por un lado, su deuda es bastante menor mientras que, por otro, Italia tiene que salir a buscar dinero a los mercados en septiembre, mientras que España tiene reservas hasta febrero de 2012, con lo que el margen nuestro es ligeramente superior y, sobre todo, tendremos un nuevo Gobierno.
