Este artículo quiero dedicárselo a todos aquellos que abren cada mañana las persianas de su negocio (pequeños, medianos y grandes comercios, bares, restaurantes, panaderías, tiendas de helados, peluquerías; despachos de abogados, gestores, economistas, asesores; profesionales liberales de todo tipo; empresarios de cualquier sector), sin tener ni idea de si el día les va a deparar más gastos que ingresos.
A todos esos valientes que apuestan por su soberanía aún a costa de que no le salgan los números ni a final de mes, ni a mitad de mes tampoco. Se lo dedico a todas esas personas que no se pueden permitir el lujo de enfermar porque si no trabajan no cobran. A los que se permiten el lujo de irse de vacaciones no pagadas. A los que cada lunes llenan sus pulmones de aire al levantarse, cierran los ojos y sueñan con no tener que volver al banco para solicitar otro crédito con el que pagar a proveedores y personal.
Quiero dedicarles este artículo a los que se reinventan en sus negocios, sacan pizarrillas a la calle ofertando menús a 10 euros, depilación a 15 euros las axilas, copas a partir de las seis, a cinco euros, ropa de temporada en oferta, cuchillas de afeitar a veinte céntimos. A los que cada noche al recoger y bajar la barrera se van a casa haciendo números y cruzando los dedos para que el día siguiente sea mejor.
Les dedico este artículo a los que no tienen nómina a final de mes ni pagas extra. A los que por poco que puedan, contratan a trabajadores y compran a proveedores aunque sea negociando plazos. Dedico este artículo a quienes no entienden de subsidios ni de paros, a quienes el domingo y los festivos fastidian porque si no se trabaja y no se abre y quizás no se come.
Dedico este artículo a quienes no se asocian porque no pueden permitirse perder el tiempo con reuniones, o manifestaciones, o reivindicaciones, cuando cierran sus empresas, negocios o comercios. A los que nunca se les dedica nada.
Espero que los políticos se acuerden también de todos ellos.





