En España, hasta cuando se celebra algo, nos peleamos. En lugar de aprovechar un día de fiesta nacional en el que desfila una simpática cabra que se convirtió en la auténtica protagonista del desfile militar para celebrar y confraternizar, nos dedicamos a airear públicamente todas las cosas que nos separan, dándole a un día de fiesta de un trasfondo, una relevancia y una reflexión de las que carece. Me estoy refiriendo, principalmente, a esa amalgama de mensajes tuiteros que identificaron la celebración del día del Pilar con la masacre que nuestros –o sus- antepasados cometieron en Sudamérica hace ya más de 5 siglos, por cierto, durante el descubrimiento y posterior colonización del continente.
El mero hecho de insinuar que celebrar la festividad nacional es hacer apología de una masacre ocurrida hace más de 500 años es, sencillamente y disculpen mi lenguaje, una auténtica parida. Es como si alguien afirma que, al ir a misa, estoy apoyando a la “santa inquisición”. Nada más lejos de la realidad: quien quiera ir a misa o celebrar el día de la hispanidad, que lo haga. Quien no quiera, perfecto, que se quede en casa, pero que no se dedique a ofender a quienes sienten como suya e importante una festividad tan señalada.
En esta España de las tertulias, en la que muchos políticos alcanzan como máximo el nivel de barra de bar, polemizar está de moda; y los debates de “nivel” se están trasladando desde el congreso hasta la calle, pasando por la tan de moda televisión “formativa”. Cada vez que hay algo que celebrar, sale alguien a deslegitimar esa fiesta mediante la búsqueda de algún argumento histórico que la defenestre. En este caso, el descubrimiento (o la llegada) de América. ¡Pero, hombre, déjennos celebrar! Si hay algo que nos une a todos nosotros, desde el norte hasta el sur, son las ganas de salir a festejar cualquier cosa, lo que sea.
Creo que hilar tan fino en acontecimientos que carecen del significado que los polemistas les atribuyen no es riguroso. La verdad es que la cantinela de tratar de impedir celebraciones en las que la mayoría de la gente sólo quiere celebrar que no tiene que ir al trabajo es una intelectualización redundante de lo que realmente es ese día: una celebración, sin más significado para muchos que ése.
Lo que sí me sorprendió fue que, por lo visto, en algunos lugares de Cataluña sí fueron a trabajar (por aquello de no celebrar el día de la hispanidad). No, si al final sí va a haber diferencias entre nosotros: unos trabajan durante las fiestas y otros están de fiesta mientras trabajan.
Respetemos, celebremos y disfrutemos.




