Misteriosamente un juzgado de Inca ha dejado en libertad a un individuo con numerosos antecedentes penales que atracó un bar utilizando un cuchillo para intimidar a la propietaria, que se encontraba sola haciendo caja. Con gran violencia se apoderó de un botín de 1.300 euros y dejó encerrada a la mujer en el almacén del establecimiento hasta que un familiar la encontró. Tras intensas pesquisas, la Guardia Civil logró detener al sujeto autor del robo y lo puso a disposición judicial.
La ciudadanía no puede comprender de ningún modo cómo es posible que un delincuente habitual que actúa con semejante violencia quede en libertad y no sea enviado a prisión. Pareciera que haya que esperar a que acabe causando graves lesiones o incluso la propia vida de alguien en otro de sus numerosos episodios criminales. Las cárceles están llenas de presos inofensivos, incapaces de causar a nadie ningún daño físico. Sin embargo, un delincuente que ha demostrado ser peligroso por su desprecio por la integridad física de sus víctimas, a pesar de haber sido capturado por la Guardia Civil y puesto a disposición judicial, campa a sus anchas. Inexplicable.





