Nuevo en esta plaza, viejo en la barandilla del Lluis Sitjar, uno tiene la sensación de que nada ha cambiado en este Mallorca, que todo está por hacer y que en estos momentos el club está manga por hombro. Nadie sabe quien se queda y quien se va, hay quien dice que Laudrup se queda, hay que Serra Ferrer puede ser el entrenador, se desconoce cómo está la economía, si hay que hacer ampliación de capital, buscar nuevos socios que aporten dinero, seguir tirando a trancas y barrancas… Un lío. Y se van de excursión a Cartagena de Indias a sacar unos dólares a pesar del cabreo de una plantilla que está en la cuerda floja, que se ha visto negra para cobrar, que está y no está. Estas cosas deberían estar decididas antes de las vacaciones para que quien no siga tenga tiempo de buscarse la vida. Eso, que parece que nada ha cambiado en este Mallorca de improvisaciones, carencias, precariedad y poco dinero. Y en estas que aparece en escena el oportunismo de un chamarilero del fútbol. Nadie ha desmentido que Serra Ferrer brindara con champán, champán, que no cava, con un intermediario que también viene a hacer negocio con el Mallorca. No se sabe en qué términos, en qué condiciones, pero se intuye que el perito en mercadillos pone jugadores, los foguea, les paga el club, probablemente siga teniendo el intermediario la propiedad de los derechos de los futbolistas aportados, cobre la plusvalía en posterior proceso de venta y únicamente aporte al club la comisión que hubiera cobrado desde una gestión externa. Si no es así, que la directiva lo aclare, si lo considera conveniente. Si no pasa nada, hombre, que si no hay un euro, si no hay quien se rasque el bolsillo, si no se amplía capital, si el concurso de acreedores no permite otras opciones, si no se pueden vender acciones o la sociedad, si no hay más remedio que hacer alianzas estratégicas para salvar al club, pues se hacen. Pero el aficionado también tiene derecho a saber. El socio, más.





