En estos tiempos que corren, debemos dar gracias Rajoy. Sí, aunque sorprenda. No sería la calle de Gracia o la Puerta del Sol, sino todas las calles y plazas de España. Recordar al perro Excalibur y el maremoto que provocó en la izquierda y compararlo con el silencio atronador de grupos de presión progresistas y sindicatos de izquierda, es absolutamente explicativo que España democrática nos está dejando la izquierda social comunista. Al perro y su posible virus le ha sustituido un virus chino con cien mil muertos, con un hundimiento económico sin precedentes y toda la progresía, calla, mientras su gobierno miente. Y así sigue, vergonzosamente silente, ante un ataque contra el sistema por parte de vándalos, saqueadores, destructores de comercios, de cajeros, de mobiliario urbano, que, reclaman la libertad de un impresentable delincuente sentenciado que dice ser artista rapero.
Veamos una muestra del “arte” de Pablo Rivadulla Duró, alias Hasel; «Te mereces un tiro. Te apuñalaré. Te arrancare la piel a tiras. Que escondan una bomba mientras come un menú caro. Que le rompan los sesos de un disparo. Mira la bala que tengo preparada que va directo al pecho. Se merece un navajazo en el abdomen y colgarlo en una plaza». Esto que el individuo califica de rap, ni es arte ni es rap, es un ataque a la dignidad de la persona humana. Incluso su conducta puede considerarse no solamente delictiva, como lo ha sido por sentencias varias, sino indigna por su desprecio absoluto a los destinatarios de esos ripios sin rima. Ni Hasel ni Valtonic ni Alfon, son capaces de convivir en una democracia, son puro anarquistas, fanáticos de un fascismo de izquierdas en el cual la libertad de expresión, de creación artística excluye todo castigo, aunque atente con esa dignidad humana que es un valor para todo derecho fundamental.
Echar un vistazo al historial delictivo de esta criatura no es nada difícil, Google ayuda a encontrarlo. Y en él no se halla ni un ápice de motivación surgida de una “desigualdad social”. Por el contrario, lo que los jueces encontraron fue “una forma patente de discurso de odio”. No ha precisado de pandemia alguna para hacer brotar esa pose de constante odio contra la sociedad y el sistema. En las conductas de Hasel ni hay arte, ni hay petición de libertad, ni reclamación de igualdad, ni quiebra social personal; lo que hay es simple odio fanático. Rebeldía intransigente que explota, una vez más, cuando entra en la cárcel y reclama una celda más grande, no seguir el régimen penitenciario igual para todos los internos, no servir cenas, no limpiar. Esa es la “desigualdad” que reclama el delincuente que “no se encuentra cómodo” en la cárcel de Ponent, según dice su sublime letrada defensora y novia Alejandra Matamoros. Siguiendo con su alegato, tampoco le va eso de cooperar en las tareas penitenciarias ya que es “un preso político” y por lo tanto no puede compartir celda con nadie, quiere suite para él solito. Eso si es “desigualdad” a a la carta.
Y entretanto, como denunciaba Solzhenitsin, violencia y mentira forman parte del mismo paquete de los fanáticos revolucionarios. Una violencia que elige por principio la mentira, salpimentando la imprescindible demagogia. Ahí están los Iglesias, los Echenique, los Monedero, o las Montero reclamando libertad de expresión y la excarcelación de un delincuente que acumula sentencias varias, y no por cánticos, sino por conservar en su domicilio «Doce archivos de audio y vídeo en los que hace referencias claras a los Grapo, ETA, Al-Qaeda, Terra Lliure y RAF y a sus miembros, ensalzando, justificando y vitoreando varias de las acciones cometidas por éstos y también plasmando frases que demostraban un absoluto desprecio y vejación para las víctimas», según informe de la Policía Nacional.
Resulta incomprensible para un ciudadano corriente el que un miembro de un gobierno, un vicepresidente, ya no aplauda al Jefe del Estado, aunque solo sea por educación, sino que se atreva a hablar en favor de quienes asaltan propiedades ajenas, atacan fuerzas de seguridad, alientan los destrozos callejeros, para luego solicitar libertades para todo aquel que grite contra el sistema. Y, a pesar de todo ello, aún sea mantenido en su cargo por el presidente que le nombró. Mientras su pareja anuncia que su ministerio se gastara 1,5 millones de nuestros impuestos en “estudiar los cánones sexistas de belleza”, el vice la contempla en la portada de Vanity Fair bien peripuesta y maquillada. Es decir, les encanta clamar contra los modos y maneras de la sociedad que recriminan opresora, franquista, burguesa, sin embargo, cuando el sistema de esa perversa sociedad se lo permite, lo primero que hacen, mientras van colocando a sus fieles en sueldos públicos, es comprarse una mansión con un gran plasma de 55 pulgadas en el cual chuparse toda cuanta serie se les ofrezca. Y uno se pregunta ¿esos dos cuándo trabajan en su respectivo cargo? Ella sabemos que pide informes y más informes, pero él, ¿qué hace?, aparte de malmeter y proclamar que es republicano, que no es casta y que aspira a eliminar la “desigualdad social”, se supone que para implantar la igualdad al estilo Agenda 2030, o sea, pobreza y globalización para todos; respuesta, un misterio.
Esto nos está gobernando, la anarquía acompañando al social comunismo globalizador. O despertamos o el gracioso grito “¡Abajo la vegetirania y viva el jamón!” estará prohibido y sancionado con cárcel no individual.