El Govern celebró ayer el décimo cumpleaños del Consejo Económico y Social (CES). Se trata de una institución en la que sindicatos y patronales están representados para tratar los temas de interés colectivo, en este área. Una institución financiada con el dinero de todos, que está pensando en construir una sede de prestigio en la ciudad. (Ignoremos, de paso, que por razones que todos nos imaginamos, el acto tuvo lugar tres meses y medio antes de la fecha en que tocaba.) ¿Para qué sirve el Consejo Económico y Social? Pues ustedes mismos: cuando no había Consejo la economía balear llegó a sus mayores cotas de crecimiento, se creaba empleo de forma abrumadora, mientras que desde que hay CES (aunque no por su culpa, por supuesto) estamos hundiéndonos a una velocidad estable, constante. El CES, lleno de personas respetabilísimas pero que saben quién los nombra, no ha dicho ni una palabra sobre el endeudamiento trepidante de la autonomía, sobre el hundimiento del turismo, sobra la crisis que nos ha llevado a batir récords de paro. Y si lo ha dicho, no ha servido para nada. Dicho en otras palabras: así invertimos nuestro dinero a cambio de nada. O, como mucho, de una sede de prestigio.





