El calvario de Jordi Pujol

Jordi Pujol, el arquitecto de la Generalitat catalana recobrada tras el franquismo, el principal impulsor de la visión de Catalunya como un país modélico, equilibrado y defensor de sus propios valores, atraviesa a sus 84 años un calvario de enormes dimensiones. Se ha visto desposeído de todos sus honores y privilegios al reconocer que la existencia de cuentas opacas de dinero a su nombre en Andorra. La Policía investiga negocios realizados al amparo del poder en el Principado y cuentas bancarias de él, su esposa y sus hijos en Suiza. Su imagen ha caído por los suelos en plena efervescencia del proceso soberanista, que está avanzando, ahora fuertemente golpeado y abiertamente desprestigiado, hacia las citas del 11 de Septiembre y del intento de convocar un referéndum el 9 de noviembre.

Catalunya ha sabido generar presidentes míticos. Eso le ha permitido resistir décadas muy duras durante el franquismo. Es el caso de Francesc Macià, Lluis Companys o Josep Tarradellas. Después, durante la era Pujol se ha producido el renacimiento de su lengua propia y el impulso de sus instituciones de autogobierno. Por eso el golpe Jordi Pujol es tan duro para los catalanes. Un mito se les ha derrumbado en el momento más importante para todos los que defienden el derecho a decidir.

Otras comunidades periféricas saben muy bien lo que significa la caída en desgracia de sus presidentes. Balears está a la cabeza de los traumas, muy por encima de Catalunya. Entre otros, en la actualidad están en la cárcel el expresidente balear Jaume Matas y la expresidenta de Mallorca, Maria Antònia Munar. Otras zonas de la periferia española, como la Comunidad Valenciana o Navarra, también han vivido auténticos terremotos de imputaciones de sus primeros espadas.

Curiosamente, Balears, Catalunya, la Comunidad Valenciana o Navarra tienen un denominador común: son las autonomías más activas, más creadoras de riqueza, más dinámicas y en muchos aspectos más avanzadas de España. Son las que con su empuje han desafiado de un u otra forma la histórica hegemonía del poder central. Y es en estas autonomías donde se han hecho más palpables los escándalos.

Parece como si en unos lugares nunca pasase nada, o muy poco, mientras que en otros la caja de los truenos se desata de manera implacable. Parece difícil de creer que las cosas sean así de simples, pero eso es lo que pasa.

Los catalanes han visto caer el mito de su arquitecto institucional, lo cual ha producido euforia en algunos sectores de Madrid. Son los mismos que han dejado solo y tirado a Matas y que se desmarcan de las desgracias de sus compañeros valencianos. Parece como si en España hubiera dos planos de responsabilidades y que el grueso de los garrotazos se reservase para la periferia, para las autonomías que tiran del carro y que suelen reclamar más recursos y reconocimiento.

En cualquier caso, la ley es igual para todos, comenzando por Jordi Pujol, cuyo calvario personal no ha hecho más que comenzar.

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