El poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, se refirió recientemente al director de la Real Academia Española de la Lengua, Santiago Muñoz Machado, diciendo: "La RAE está en manos de un catedrático de Derecho Administrativo experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias y eso, personalmente, crea distancias".
García Montero, antiguo candidato electoral por Izquierda Unida y viudo de la escritora Almudena Grandes, ya fue condenado penalmente hace años por injuriar a un compañero de departamento de la Universidad de Granada. Sus extemporáneas manifestaciones, instigadas por el afán colonizador del sanchismo y ajenas a la gran labor de Muñoz Machado al frente de la RAE (“la ha sacado de la ruina”, dijo Álvaro Pombo), hacían referencia a su desempeño como reconocido jurista (alguien notablemente más brillante y exitoso que García Montero, a quien Pombo llamó “poeta menor” y Pérez-Reverte “mediocre y paniaguado”), y ponen de manifiesto la esencia del mensaje que hoy promueve la izquierda: el resentimiento contra los mejores de nuestra sociedad como medio de polarización y cohesión de los suyos.
Un fenómeno parecido se da entre los políticos de Podemos y Sumar, cuyas periódicas declaraciones en contra de Amancio Ortega o Juan Roig, dueños de Inditex y Mercadona, grandes empresas que proporcionan empleo a cientos de miles de trabajadores en España, no expresan más que odio hacia dos emprendedores que han triunfado en la sociedad, partiendo desde orígenes más humildes que muchos frustrados señoritos como los García Montero o Yolanda Díaz, unos mezquinos envidiosos de manual.
Ese rechazo hacia los mejores late en el odio profundo de la izquierda internacional hacia Norteamérica e Israel. Nadie alcanza a comprender la identificación de la izquierda con los postulados más radicales del islam, una religión que discrimina a las mujeres y rechaza -y hasta ahorca- a los homosexuales. Cuando se examina lo conseguido por el moderno estado de Israel en sus ocho décadas de existencia, convirtiendo el desierto en un vergel, construyendo capitales modernas con servicios occidentales, consolidando una auténtica democracia liberal -la única existente en Oriente Medio- y logrando un altísimo nivel de vida (educativo, cultural y sanitario) para todos sus ciudadanos -incluidos 2,1 millones de árabes- no podemos dejar de compararlo con los paupérrimos resultados de sus vecinos. Y nadie puede negar la evidencia de que, simultáneamente al desarrollo israelí, los palestinos de Gaza llevan invirtiendo miles de millones recibidos de la cooperación internacional para sostener en el poder a un grupo terrorista que los ha dilapidado en excavar kilómetros de túneles y comprar una ingente cantidad de armas para fomentar la lucha contra Israel, manteniendo a su pueblo en la más absoluta miseria.
Algo parecido está haciendo también Putin, ex agente de la KGB nostálgico del imperio zarista y los lúgubres tiempos de la URSS, que para contrarrestar la pérdida de relevancia internacional de Rusia y enardecer a un pueblo resignado a la mediocridad política, económica y social ha decidido resucitar viejas aspiraciones territoriales sobre la base del odio a Occidente, a la OTAN y hacia todos los que en su día derrotaron a su añorado régimen comunista.
Atizar el resentimiento social como motor estratégico y electoral para cohesionar a los fieles frente a un odiado enemigo común es uno de los grandes trucos del progresismo de nuestro tiempo. Pero es el único recurso útil que parece quedarle a la izquierda tras el colapso de los regímenes comunistas y el reiterado fracaso de su gestión al frente de los poderes públicos. Y, si les queda alguna duda, consulten al ideólogo Zapatero, ese que decía “nos conviene que haya tensión”.
P.D. Qué maravillosa bofetada en toda la jeta de ZP, Sánchez y demás blanqueadores subsidiados de los tiranos de izquierdas latinoamericanos ha sido la concesión del premio Nobel de la paz a la heroica opositora venezolana María Corina Machado. Un galardón tremendamente oportuno, por lo que premia y lo que significa.
