Escribo estas letras en martes de carnaval. Justo 129 años después que escribiera las suyas Saint-Saëns. Él, en el pentagrama que hoy es leído e interpretado en todos los centros, escuelas y conservatorios musicales del mundo.
El Carnaval de los Animales ha alegrado el espíritu a miles de aficionados a la música. El mío, el de este artículo, solo alegrará a los que, como yo, observen con cinismo y estoicismo este carnaval de vanidades, de mentiras, de promesas, de engaños y de esperanzas en que ya se ha convertido esta campaña electoral.
He vivido intensamente todas las campañas desde 1978. Cada una de ellas ha sido siempre muy interesante. Nunca sabíamos qué iba a ocurrir y siempre había algo que provocaba interés y análisis previo y posterior. Pero esta vez, en las próximas, el interés es máximo. Las andaluzas, las catalanas, las nacionales y sobre todo las autonómicas y locales de esta comunidad son extraordinarias. Nunca, que yo recuerde, se habían dado tantas variables en unos comicios. Siempre fue unos u otros. Si los de UM subían o desparecidas, si Menorca cambiaba de bando, si en Ibiza dejaba de mandar Abel, quién se quedaba con el disputado voto del diputado por Formentera y mil incógnitas más, pero que eran previsibles y predecibles.
Ahora en pleno Carnaval, hay tanto en juego que me produce una cierta alegría ver las caras de muchos como se convierten en máscaras venecianas. Como la sonrisa habitual se vuelve burlona y falsa. Como se cambian de camisa, de chaqueta y de piel estos lobos convertidos en corderos. Como se abren agendas olvidadas hace tres años, para encontrar el número de aquel conocido al que llamarle para pedirle el voto.
Es una fiesta en la que los animales de la granja y los de la selva intentan formar rebaño o jauría. Es un baile de máscaras, en el que la de la espectacular señora esconde el bigote del Guardia Civil, dice la canción. Es una bacanal de sexo y de lujuria, a la que todos estamos invitados. Ya saben que, Carnaval, es tiempo de placer, de comer, beber y fornicar sin límite ni mesura. Es momento para aprovechar lo que da la vida o la oportunidad. Y en este caso, la pintan calva.
