El destello luminoso

Personalicemos estas letras, en ciertos momentos surgidas desde el cansancio y en otros desde el hastío. A fin de cuentas ― por ahí quedará ya dicho ― ellas no son sino el fruto de una tesis ajena;” Puedes dejar la política, pero ella no te deja a ti”. Y en tales trances uno se pregunta quién está gobernando este país. Ya no solo a nivel estatal, nacional por mejor decir, sino también autonómico y municipal. La respuesta lleva implícita una sensación profunda de mediocridad, de arribismo, de oportunismo y, por encima de todo, de necesidad de gozar del trabajo de la política, es decir, del salario. Si no lo hubiese, como en tiempos de la oprobiosa, los escaños, los sillones, las moquetas permanecerían silenciosas y solitarias. Pero…, dicen, o nos dedicamos a la política o tendremos que buscar trabajo, y eso está pero que muy mal, y, encima, el cuerpo no está para muchos esfuerzos. Es el “”Que inventen ellos” de Unamuno, traspuesto, a la europea, en “Que trabajen ellos”.

Ya no se trata de repasar los currículos de ministros, secretarios y demás cargos, vacuos de experiencia y de “laboro” dado el número de argentinos colocados. No, se trata de comprobar las conductas que emergen de tales cerebros. Inaudito resulta que un ministerio, con la ministra surgida del tálamo, viva obsesionada con la doctrina queer, trans, bis, les y demás variantes, e, incluso, se atreva a descalificar y despreciar a todo ser u organismo que no piense o no comulgue con esas ideas. Eso es totalitarismo sectario, y, en este caso, surgido de una mente obtusa de izquierdas. A nadie se le permite opinar en contra de tales teorías feministoides, sancionadas por ley. Sin embargo, ellos, los progres de izquierda sí pueden insultar a todo cristiano por la sencilla razón de serlo. Es una historia vieja ésta, que otra ministra no tiene empacho en manipular con tal de dejar rastro en el periódico de que existen ella y su ministerio, más allá de estrenar zapatos nuevos. Y la retahíla sigue con el lenguaje; atreve tú a llamarla roja comunista ante el burro, burra y burres, y el asalto como “franquista” y “guerra civilista” será inmediato. Hay que soportar que se presuma de un “destello luminoso” como remembranza de un período desastroso de la historia que desembocó en una guerra civil, anhelada y reclamada por Largo Caballero; “La transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas. Estamos hartos de ensayos de democracia, que se implante en el país la nuestra”. Cinema Europa, el 10 de febrero de 1936. O, “Hay que apoderarse del poder político, pero la revolución se hace violentamente: luchando y no con discursos". Congreso de las Juventudes Socialistas. O del periódico El Socialista; “Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista”. De esas palabras y muchas más se proclama surgida esa “luminosidad” que no es sino simbología masónica.

Ya no se trata solo de destruir el lenguaje, alma de todo pueblo, sino de imponer esa revolución socialista. Acabar con todo lo privado, con la competencia, con la odiada burguesía, recuperando la lucha de clases, aderezada con la inclusión de género. No es nada extraño, pues, que toda una ministra de Trabajo, comunista y libertaria y gestora de 4 millones de parados y 700.000 ERTES, sin ninguna vergüenza, aplauda el discurso de un mantero ante las narices de los empresarios madrileños, o que una fiscal general meta la mano en un recurso para hablar de violencia de género o que una ministra de Hacienda arremeta contra el impuesto de sucesiones reducido, o que todo un gobierno no sea capaz de aliviar el gasto y la deuda pública, sino es subiendo los impuestos a ricos y pobres. Ese es el trabajo que les gusta; aplaudir lo ilegal, incrementar la fiscalidad, eliminar lo privado, cercenar la libertad de pensamiento. Y, para mayor inri, Bruselas les saca los colores obligándole a retirar su soviética reforma judicial.

Si tanto nepotismo, tanto paro, tanta quiebra, tanto ERTE, tanto adoctrinamiento sexista, tanto oscurantismo administrativo, surgiesen de gobiernos conservadores, de populares, la calle sería un hervidero de manifestaciones, huelgas y barricadas. Sin embargo, todo lo soporta el sufrido contribuyente y su mascarilla. Algunos esperanzados o ingenuos aguardamos el 4 de mayo para comprobar si todavía quedan principios fuera del comunismo, del socialismo radical, o simplemente eran hobbies para entretenernos durante algunos años. Quizás resulte que sí, que eran principios y no deseamos que nos los siga pisoteando una caterva de mediocres, zarrapastrosos de la política que pretenden perpetuarse emulando a Maduro, a Ortega, a Morales, a Correa al gordinflón norcoreano. Rezuman por todos sus poros recuperar la ley de defensa de la República, acabar con la educación concertada y católica, reinstaurar la Comisión parlamentaria de Actas, levantar la bandera tricolor o roja, derrocar la monarquía y como remate olvidar la división de poderes. Ante todo ello, se levanta el grito de “libertad o comunismo”, que debiera resonar en todos los ámbitos no comunistas.

La izquierda entera se ha apretujado, todos a una, igual los “otros” también debieran pensárselo, recordando que pueden ser victimas del “divide et impera” supuestamente cesáreo.

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