El día del post-referendeum, los medios de comunicación, incluido este digital, se han llenado de declaraciones de políticos valorando el proceso que desembocó en el 1-O y, muy especialmente, los acontecimientos ocurridos en Cataluña este domingo. En todas estas declaraciones, y han sido muchas, la palabra "diálogo" ha sido la más repetida. Los políticos (baleares, catalanes, españoles, europeos...) recetan ahora sus remedios para hallar una salida al descomunal fracaso de la política; un fracaso que ha llevado al país a la peor crisis institucional y social vivida en la actual etapa democrática.
Este diálogo, sin embargo, debe empezar por asumir errores por parte de unos y de otros, buscando soluciones que aseguren la paz y la convivencia. No reconocer los errores sería negar la posibilidad de alcanzar toda posibilidad de entendimiento. Tan simple como reconocer unos que tensaron demasiado la cuerda y otros que menospreciaron los planteamientos de los primeros, Y si los actores de este enfrentamiento no se ven capaces de emprender este camino confluyente, quizá sea el momento de que den un paso atrás dejando que sean otros los que lideren el acuerdo.
Ahora no es momento para que los diferentes protagonistas del conflicto hagan cálculos electorales a corto plazo, aprovechando la tremenda crisis y el sufrimiento y las expectativas de muchos ciudadanos para agrandar su saldo de votos. Lo votos, ahora, no deben importar. Si, como todos dicen, lo más importante ahora es el diálogo, que avancen por ese camino y piensen en garantizar una sociedad próspera y en paz; una sociedad a la que políticos, que se autocalifican como europeos y modernos, no abochornen.





