Uno de los rasgos esenciales de un régimen democrático es la libertad de expresión. Y sin embargo, vemos cómo está desapareciendo a toda velocidad.
Tal vez una de las primeras ocasiones en que lo advertí fue cuando aquella campaña de “los niños tienen pene”. Los promotores no sólo fueron objeto de distintos boicots y hasta agresiones; intentaron dar una conferencia en Palma, y un local tras otro les canceló la reserva. Al final se quedaron en la calle y sufrieron un intento de escrache por parte de cuatro frikis. Hoy serían muchos más. Es peligroso decir verdades, aunque sean obvias, porque ofenden.
Ayer le sucedió algo semejante a Alvise en Valladolid: parece que el alcalde, Óscar Puente, objeto de sonadas denuncias por parte de Alvise, removió cielo y tierra para negarle un techo bajo el que hablar a los cientos de interesados congregados a pesar de los pesares. A Alvise además le acaban de cerrar su cuenta de Twitter. No sabemos si al alcalde le han quitado el todoterreno prestado. Podrá ser sospechoso de corrupción, pero no incomoda al poder como Alvise, que se salta todas las normas de la omertá.
Otro episodio reciente es el de Frank Cuesta: anunció en una entrevista su decisión de votar a Vox en las próximas elecciones, y le cayeron toda clase de insultos y amenazas. El partido que más defiende hoy el orden legal y constitucional es justo el que no se puede defender en público, so pena de ser expulsado del sistema.
Finalmente, no podría dejar de referirme a la comparecencia del Dr. Joan Ramon Laporte en el Congreso de los Diputados, puesto que ha dado la vuelta al mundo: me ha llegado por varios medios americanos. Trataré de resumir lo que me parece más interesante.
El Dr. Laporte afirma que suministrar de manera generalizada unos fármacos con ácidos nucleicos, una tecnología nunca usada en terapéutica hasta ahora, y menos en campañas masivas, supone un experimento sin precedentes.
Los ensayos clínicos, dice, hay que tomarlos con precaución, porque los realiza la compañía farmacéutica, lógicamente interesada en sacar su producto adelante. Por ello hay que comprobar después los resultados en la práctica, y para ello está la farmacovigilancia. Sin embargo, considera que la farmacovigilancia europea deja mucho que desear.
Los ensayos clínicos que sirvieron de base para la autorización, continua Laporte, no demuestran que las vacunas reduzcan la mortalidad. Otra cosa es, sin embargo, que se haya visto luego en la práctica que reducen la enfermedad grave. Eso le parece claro. No pone en duda que, como dice la OMS, convenga suministrar una dosis a todos los seres humanos que hay en el planeta y si puede ser, dos. (¡Menudo ‘antivacunas’!) Ahora bien, la historia de las terceras y cuartas dosis en general, sin especificar qué grupos de enfermos vulnerables las necesitan, no la ve clara.
Acepta que dada la magnitud de la onda delta, las ‘vacunas’ sirvieron para evitar muertes, pero considera que desgraciadamente no tenemos ningún dato de que hayan evitado mortalidad por ómicron.
Critica que se tome como variable principal el porcentaje de población vacunada. No es ni bueno ni malo, si no concretamos los grupos vacunados. No están claros niños y adolescentes. La gran mayoría de los menores fallecidos de los que se conocen los datos, tenían gravísimas enfermedades aparte de la covid. No puede descartarse que acabemos sabiendo que las vacunas causan en este grupo más muertes que la enfermedad. Es necesario huir del simplismo de los eslóganes oficiales. Hay que estar atentos, porque lo primero es no hacer daño.
Me van a perdonar, pero no veo ninguna magufada en lo que antecede, y hasta donde alcanzo, parece lleno de prudencia y sensatez. Más aún cuando lo dice un experto en farmacovigilancia. Recordemos que la OMS define "farmacovigilancia" como la ciencia y las actividades relativas a la detección, evaluación, comprensión y prevención de los efectos adversos de los medicamentos o cualquier otro problema relacionado con ellos.
El hecho de que, en lugar de atender las advertencias de este experto, los medios y muchos de sus compañeros se apresuren a lapidarle con argumentos de brocha gorda como tildarle de ‘antivacunas’, ‘magufo’, ‘negacionista’ o ‘bebelejías’, me hace dudar cada vez más de la calidad de nuestra supuesta democracia y de la de las gentes que la componen. No puede haber democracia cuando ni siquiera es posible expresar con una mínima tranquilidad ciertas ideas muy razonables.
PD. Youtube acaba de censurar el vídeo de la comparecencia del Dr. Laporte en el Congreso de los Diputados. Si nos censura los debates del Pleno, eso que nos ahorramos. Ahí sí que desinforman.