No podemos seguir así. Hemos consentido que indeseables hayan accedido al poder camuflados con estandartes morales. Sus estándares éticos avergonzarían a una iguana, pero se han subido a podios morales desde los que han exhibido una imaginaria virtud y han denigrado a sus adversarios. La política se ha moralizado, y eso, curiosamente, la ha hecho mucho más inmoral. Porque el que se sube al podio moral queda investido de bondad y no necesita justificar sus actos, por retorcidos que sean.
En El fuego y la palabra, Richard Brooks cuenta la historia de Elmer Gantry (Burt Lancaster), un vendedor ambulante, un charlatán que decide aprovechar su habilidad para manipular a la gente y convertirse en predicador evangélico. Él, por supuesto, no cree en nada de lo que dice y tiene un pasado turbio, pero consigue que las masas lo sigan. Ahora los predicadores no están en la iglesia, sino en la política. El primer paso, entonces, es denunciarlos. A los que inventan causas sagradas para convertirse en inquisidores y aplicar la antorcha al adversario, convertido en pecador a erradicar.
Y sí, hablemos de una de estas causas sagradas: la ideología de género. Es el momento de decir que el fantasmagórico heteropatriarcado, que ha sembrado la sociedad de estructuras invisibles de dominación, e impide a las mujeres progresar, no existe. ¿Quién lo diseñó? ¿Cada cuánto se reúnen (seguramente en una cueva secreta en la Antártida) los que lo dirigen? ¿Hay algún servicio técnico al que avisar cuando algo falla y una mujer accede a un puesto de trabajo? Es realmente penoso que una de las ideologías más estúpidas de los últimos años, que exhibe con total tranquilidad su misandria, no sólo ha contaminado completamente la política, sino que se ha incorporado a la legislación creando desigualdades y vulnerando la presunción de inocencia.
Todo esto ha sido culpa de los políticos, los que se han apresurado a incorporarse a la Cruzada y los que no se han atrevido a hacerle frente. Nosotros, los que fuimos de Ciudadanos, también somos culpables: en 2015 Marta Rivera se vio obligada a rectificar unos comentarios perfectamente razonables que, además, coincidían con lo que llevábamos en el programa. Pero el estupor (y el pavor) que provocaban las antorchas en 2015 no puede mantenerse en 2025, cuando ya conocemos la radical hipocresía del movimiento: hemos visto el fiasco de la ley del sí es sí, y las chapuzas con las pulseras de alejamiento de maltratadores; hemos escuchado en silencio de Irene Montero en la lucha la lucha de las mujeres iraníes; hemos contemplado a Sumar ocultar las aventuras de Errejón, y al PSOE las de un ejército de babosos. Hermana, ya no te creo.
Pero si bien la ideología de género es intelectualmente muy débil, se ha mostrado espectacularmente eficaz al crear redes clientelares. Enormes cantidades de dinero pública se canalizan a cursos, seminarios y organizaciones dedicadas a las actividades más estrafalarias. Y el Gobierno de Sánchez ya ha dejado claro que va a a continuar vendiendo su chatarra ideológica: se acaba de inventar la figura del «agente de igualdad» (uno muy adecuado podría ser Paco Salazar) y ha anunciado que llevará al Congreso toda una serie de medidas para adoctrinar a los jueces en los dogmas de género. Cuenta Soto Ivars que está a punto de cometerse otro disparate ahora mismo: se va a incorporar al Código Penal la «violencia vicaria», que básicamente quiere decir que un padre puede usar a los hijos contra la madre, pero nunca a la inversa. Y cuenta, me temo, con los votos del Partido Popular.
Hay que ser un completo botarate, y un total irresponsable, para fomentar la discordia entre hombres y mujeres en una sociedad de la que estaba ausente. Sé que el que pone en duda los dogmas de género recibe la infamante etiqueta de «negacionista». También conozco esa falacia generalizada según la cual el que discute los postulados de género revela inmediatamente a un machista averso a la igualdad, y por eso me apresuro a aclarar: creo en la igualdad y en España ya está conseguida, consagrada en el artículo 14 de la Constitución. Y creo que la ideología de género atenta directamente contra ella.
Pero es que además vienen momentos difíciles. Vamos a necesitar medidas enérgicas para evitar el colapso del estado del bienestar, y el panorama internacional se presenta bastante lúgubre. No podemos desgastarnos con estas chorradas destructivas. La política debe dejar de ser un campo fértil para telepredicadores y trileros de la moral. Es el momento de gente más seria que Elmer Gantry.





