El fuego, incendio social y económico

Dicen que la primavera la sangre altera y a medida que van subiendo las temperaturas van floreciendo especímenes que se crecen viendo como las llamas causan furor.

2019 fue un año duro en tema de incendios y no sólo en España sino a nivel mundial, literalmente el planeta estuvo en llamas. En nuestro país hubo un aumento de más del triple que en todo el año anterior, con casi ochenta y cuatro mil hectáreas quemadas. Más allá de los datos que creo son no sólo preocupantes sino estremecedores, la pregunta que me hago es que le debe pasar por la cabeza a estas personas que desean ver destrucción, que disfrutan con las desoladoras imágenes de superficies arrasadas por las llamas y sin vida, causando muertes de miles de animales y en ocasiones de personas como ocurrió en 2017 con cuatro víctimas en Galicia y treinta y seis en Portugal.

Existen algunas diferencias entre el o la incendiario/a o el o la pirómano/a una de ellas es que el primero lo hace con afán de lucrase o por la satisfacción de destruir y el segundo es un enfermo. Personalmente creo que ambos dos sufren algún tipo de trastorno y se me haría difícil hacer la distinción si yo tuviera que juzgarlos teniendo en cuenta las graves consecuencias que ocasionan.

La reflexión o tal vez otra pregunta que también me hago es que hace que concentren toda su energía sólo verano, que es lo que hace que estos individuos actúen únicamente cuando las temperaturas van al alza, porque el que está enfermo lo está todo el año, pero la culpa normalmente no cae sólo de un lado. Existe un informe, El Planeta en llamas realizado por WWF en el que además de interesante datos es destacable lo que denominan reducir la inflamabilidad del paisaje, algo que hemos dejado muy de lado en este país, como es el cuidado de la fincas, de los montes, en definitiva de los jardines de nuestros destinos. Cuantos incendios podríamos evitar si tuviéramos limpias de maleza esas hectáreas, fincas tanto públicas como privadas.

En nuestro país donde las cifras de personas sin trabajo han encabezado históricamente el ranking europeo y donde además han aumentado más que considerablemente en los últimos meses, le añadimos ahora aquellos ciudadanos que percibirán el salario mínimo vital. Tendremos por tanto millones de personas cobrando y sin ocupación alguna, una carga insostenible para nuestro sistema. Tal vez podríamos dedicar parte de esa mano de obra o ejercito laboral de reserva como algún famoso economista lo denominaba a mantener nuestro paisaje recordando que campos y montes limpios también atraen turistas.

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