Esto de ser el liderzuelo local que lucha valientemente en favor de los suyos, más allá del sentido común; esto de las batallas tribales donde Bruselas no nos pisará, donde Madrid no se saldrá con la suya, donde Palma no impondrá nada que Menorca o Ibiza no quieran, tiene consecuencias nefastas. Carlos Delgado, el nuevo conseller de Turismo, en un arrebato de imprudencia y sentido común (lo primero es consecuencia de lo segundo, tan inhabitual) dijo que no habría transferencia de la competencia de promoción a los consells, porque los tiempos no están para esto. Pero en Menorca ya le han contestado. ¿De qué va? Santiago Tadeo, envolviéndose en la noble bandera menorquina, símbolo de la milenaria y épica lucha contra el opresor mallorquín, dijo que ni hablar, que los intereses de su pueblo son lo primero. Su pueblo ni se ha enterado de esto, pero la prensa de su pueblo ha encontrado un temilla con el que hacer algunas portadas, por lo que ya tenemos follón. Craso error: por un lado, porque tenemos metida en las venas ese nacionalismo, localismo o como queramos llamarlo, y por otro porque Delgado, si fuera un poco más astuto, habría logrado que fueran los menorquines o ibicencos quienes se negaran a aceptar la competencia por el momento. Mal inicio.





