¿Qué opinión se tiene hoy en la Península de Baleares? Pues, básicamente corrupción, corrupción y corrupción. Esta es la realidad generada por una lógica mediática bastante criticable, pero que es la existente: los medios difunden sólo lo más destacable y fuera, donde se alimentan informativamente por lo que sale en la televisión o la prensa, llegan a concebir un archipiélago donde no sucede nada más. Lo mismo que nos pueda pasar a nosotros con un país tan rico y variado como Colombia, del que sólo sabemos que está lleno de narcotraficantes, o como lo que nos pasa con el País Vasco que, equivocadamente, pensamos que prácticamente no tiene más que etarras. Hemos estado bastante más de tres años llenando la actualidad con titulares que, incluso, por razones propias de esta lógica endiablada, eran más graves que la realidad; hemos narrado algunos procesos administrativos como si aquello fuera coger el dinero y echar a correr y, el resultado hoy es que las Baleares son sinómimo de corrupción, de política degradada, de manejos turbios. La cuestión tiene importancia porque en sólo diez años hemos pasado de ser preguntados sobre cómo hacíamos para tener el nivel de renta que teníamos, a ser objeto de chanzas por la tremenda imagen que hemos creado. En ciertos niveles esto tiene muy pocas repercusiones, pero en el entorno de la inversión, de la empresa, de la innovación, el resultado es demoledor: hemos logrado que mucha gente que hubiera optado por las Islas, haya mirado hacia otros lugares que aparentemente están mejor. El nuevo gobierno (que tal vez esté presidido por el actual Presidente) debería asumir como objetivo cambiar este estado de cosas, reconducir la imagen de las Islas, modificar la percepción que existe de nosotros, buscar elementos que nos identifiquen y pasar página de un episodio absolutamente lamentable.





