Hace unos días, a las 12 de la noche, la hora de las brujas de toda la vida, cuando sólo quedamos los murciélagos pululando por la red, a mi desordenador de cabecera no le dio la gana de cambiar de fecha. Total, que se quedó a piñón fijo y no me dejaba hacer nada. Cuando iba a intentar provocarle una muerte súbita para poderlo desfibrilar, vi venir a un paciente más que conocido, que me hizo entender que a veces conviene más que las cosas no funcionen. Venía dando tumbos, absolutamente desarrapado y haciendo lo imposible por hacerme creer que estaba moribundo. Y antes de preguntarle cómo se llamaba, se apresuró a enseñarme los brazos para que viera el mogollón de picotazos que tenía, y a decirme, tratando a duras penas de mantener los ojos abiertos: “Dotora, toy enmonao perdío, toy con er mono”, porque “hace tre día que no pillo y me han robao toa la metadona...”. Pero, a juzgar por la lentitud de reflejos, yo juraría que lo que llevaba era un colocón de muchísimo cuidado. Cuando le expliqué que el desordenador estaba roto, se apresuró a detallarme su dilatada historia clínica y me la resumió en un momento, acompañando las explicaciones verbales con toda clase de gestos orientativos. A saber, me dijo textualmente: “Dotora, no ze precupe uté, que yo le vi epricá ahora mirmo tó lo que me paza” y me explicó claramente que estaba “enganshao ar perico con caballo” y que tenía “lo tubillo hundío” y por eso le dolían “munshízimo”, y que, además, había “tinío do hemorrana pero intenza, o zea por dentro”, que también había “tinío cervicatrozi múrtiple, o zea, verticá y lumbá”, y que por eso tenía una “diminuvalía”, por lo que tenía derecho a “toa la receta de grati totá”, Este detalle lo repitió un par de veces, o sea, que parecía importante. Y, para colmo de males, era “invigente”, y que lo único que le aliviaba a él era “er trankimazín de 2 mg”. Vamos, que tanto rollo y al final lo que quería era una vulgar receta de trankis para venderlos en la esquina… Como siempre. Se dio cuenta en seguida de que no le podía hacer la receta, y ni siquiera se enfadó (yo creo que no estaba en condiciones ni de enfadarse siquiera). Para no enfrentarme con él, le ofrecí un par de diazepanes para pasar la noche. Yo ya sabía que no los iba a querer porque no se cotizan en el mercado negro, pero me contestó textualmente: “No me dé mazapane, dotora, que ezo no vale pa ná, ezo na má vale pa que me dé la titania”. La frase iba acompañada de un intento fallido de poner los brazos rígidos. Cuando le planteé la opción B, o sea, inyectárselos vía intramuscular, me preguntó “ande le iba a pinshá, zi ezo era en la vena o en er culo”, y como le dije que era lo segundo, me dijo: “Ay, no, dotora, que me da munsho miedo que me pinshen en er culo”. Claro, que tampoco me extrañó, porque probablemente era la única zona virgen del cuerpo del paciente y le convenía conservarla por si se la declaran patrimonio de la humanidad. El resto no os voy a explicar como lo tenía… Esta actitud responde a una regla matemática exacta: El teorema de Pinchágoras, que dice que a mayor cantidad de tatuajes, piercings, signos de venopunción, intentos de autolisis, heridas por arma blanca, flebitis autoprovocadas, celulitis y todas las complicaciones que eso lleva aparejadas, mayor pánico ante la amenaza de una simple intramuscular; es decir, que ambas cosas son directamente proporcionales: ? [ pinch+tatj+pierc+flb+celult+puñ. trap+otr...y otr...y otr... ] ? (? IM)² Aplicando esta fórmula que, aunque no tiene un grado alto de especificidad, pero sí de sensibilidad, casi del 99%, se puede predecir con un valor predictivo positivo del 100 % y sin apenas sesgos, que el paciente que tienes delante va a poner pies en polvorosa. Total, que me vino la mar de bien el boicot al que me sometió el desordenador.Casi se puede decir que en ese momento me salvó la noche, porque, mira por donde, por primera vez en la vida, me libró de tener una bronca con el paciente, -que es lo que ocurre habitualmente-, por negarme a hacerle la receta. Y supongo que se fue a darle la barrila a otro, y además, sorprendentemente, no volvió.





