El virus del Ébola como paradigma

Se están cumpliendo las peores previsiones acerca del brote epidémico de fiebre hemorrágica por el virus del Ébola en la República de Guinea. El número de casos se ha ido incrementando a lo largo de las últimas semanas, el brote ha llegado a la capital Conakry, una ciudad con más de dos millones de habitantes y una infraestructura de saneamiento defectuosa, sobre todo en los suburbios, donde será más difícil contener la diseminación de la enfermedad y se ha extendido a Sierra Leona, Liberia y hay casos sospechosos en Mali. Es la primera vez que un brote de ébola afecta a cuatro países y llega a una gran ciudad. También se ha confirmado que el causante es el virus Ébola Zaire, la variedad más agresiva, lo que añade otro motivo de preocupación. El sistema sanitario guineano, como en casi todos estos países, es débil, sus infraestructuras muy deficitarias, el número de profesionales cualificados, médicos y enfermeras, escaso y su capacidad de enfrentarse con eficacia a la epidemia limitada.

Miembros de Médicos sin Fronteras, organización que está colaborando desde el primer momento con el gobierno guineano en el control del brote, aportando profesionales y medios, han manifestado la necesidad de ayuda especializada a gran escala, o la contención de la epidemia será difícil o imposible. Hay que tener en cuenta la gran facilidad de transmisión del virus a partir de secreciones contaminadas de personas o animales, así como que no existe ninguna vacuna ni tratamiento específico, por lo que solo se puede aplicar a los enfermos medidas paliativas y de mantenimiento vital, lo que requiere de medios e infraestructura de los que no dispone el sistema sanitario guineano. La falta de vacunas y tratamiento se debe a la escasa financiación que se dedica a las enfermedades minoritarias, especialmente si afectan a países del tercer mundo. Hay algún medicamento en desarrollo, uno por ejemplo en el National Microbiology Laboratory de Canadá, pero el proceso es lento debido a la limitada disponibilidad económica

Esta epidemia concreta, que es muy preocupante, es además un ejemplo paradigmático de la aparición rampante desde hace unas décadas de agentes infecciosos nuevos o previamente desconocidos, que se transmiten a la especie humana desde la fauna salvaje, ya sea directamente o a través de los animales domésticos. Nuestra expansión inexorable, con una destrucción imparable de los hábitats naturales, invadidos por nosotros y nuestros animales domésticos, implica que los contactos con las especies salvajes sean cada vez más frecuentes, con transmisión de microorganismos patógenos en ambos sentidos, con efectos catastróficos tanto para los humanos como para los animales, domésticos y salvajes. Estas infecciones quedan limitadas, al principio, a zonas rurales muy aisladas, cercanas a los bosques y selvas y poco habitadas, donde pueden permanecer ignoradas durante décadas, pero siempre existe el riesgo de que acaben extendiéndose a áreas más pobladas y, finalmente, a otros continentes. El SIDA es un ejemplo de pandemia, epidemia mundial, que se inició en alguna zona rural de África Central, por contagio de personas con un virus de los simios que mutó y se adaptó a la especie humana y ha acabado en lo que todos sabemos, un problema sanitario universal, que ha supuesto unos treinta millones de muertos, muchos más de infectados y en el que hemos gastado, y seguiremos gastando, ingentes cantidades de recursos económicos y que, además de los dramas individuales y familiares, ha mutilado las expectativas de desarrollo de muchos países, especialmente africanos.

Mientras estas infecciones están limitadas a casos aislados o pequeños brotes en países del tercer mundo, no se dedican recursos económicos a financiar proyectos de investigación sobre su patogenia, epidemiología, distribución, diagnóstico y tratamiento. Mientras no lleguen a nuestros países no nos preocupamos. Craso error. Aparte de consideraciones éticas y morales que nos deberían impeler a participar activamente en programas de mejora de la sanidad en esos países y a destinar una parte suficiente de nuestros recursos a la investigación y desarrollo de métodos diagnósticos y tratamientos para estas enfermedades, también deberíamos hacerlo por puro egoísmo. El riesgo de que estas infecciones lleguen hasta nosotros es innegable, como ya ha pasado con el SIDA, y no solo con el SIDA, y si cuando llegan no disponemos de métodos de diagnóstico rápidos y fiables, ni de vacunas, ni de medicamentos eficaces, padeceremos las consecuencias y tendremos que invertir muchos más recursos en investigaciones aceleradas, pero que, en cualquier caso, no evitarán el sufrimiento y la pérdida de aquellos que enfermen antes de que desarrollemos los remedios adecuados.

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