Si usted ha tenido la oportunidad de pasear estos días de Semana Santa, entre el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección, por el litoral de Palma, por cualquiera de sus playas, o por las zonas de mayor afluencia turística como la Seu, Dalt Murada, Cort, es Born, etc. habrá comprobado que las papeleras estaban rebosantes de desperdicios.
Según parece, en días festivos el personal de Emaya no vacía las papeleras, de modo que si se combina una alta afluencia de personas y una nula recogida de la basura, pues tenemos la porquería amontonada en la calle, alrededor de las papeleras en las que no cabe ni una colilla.
En estas circunstancias, la imagen que se ofrece de la ciudad no es ni de lejos la que sería deseable no sólo para los turistas, sino también para los residentes, que sienten vergüenza de ver que, en un puente de cinco días, sólo fueron vaciadas -el sábado- unas pocas papeleras que para ir bien, lo deberían haber sido todas las que se ubican en zonas turísticas y eso, al menos, una vez al día.
Los hoteleros confirman que esta Semana Santa ha habido una ocupación media de entre el 80 y el 90 % de la planta hotelera, abierta casi en su totalidad. Una afluencia enorme de público ante la que la empresa municipal Emaya no ha sido capaz de actuar, como sería su obligación.
Se sabía que esta Pascua sería turísticamente buena, que habría buen tiempo, que se afrontaban cinco días de puente, pero Emaya no ha sabido o no ha querido reaccionar para reforzar los servicios necesarios, de forma que se evitase la denigrante imagen que hemos ofrecido. ¿Por desidia? No hay otra explicación, porque la situación era perfectamente previsible.
Palma no puede y sobre todo, no merece, dar esta impresión de ciudad sucia y descuidada, básicamente por la indolencia de su gobierno municipal, que a menudo parece olvidar cuál es su responsabilidad y para qué cobran. Sigan haciéndolo tan mal en materia de limpieza vial y pronto verán el veredicto de la ciudadanía en las urnas.
