"Es, pues, el Ejecutivo, presidente del Gobierno y Consejo de Ministros, el poder concernido para ello. No se precisa autorización previa de las cámaras legislativas, como es el caso del Senado en el artículo 155 o de la autorización previa del Congreso en el estado de excepción o su declaración directa por esta cámara en el estado de sitio. Ello tiene la ventaja, y el inconveniente, de ser responsabilidad directa del presidente y su Gobierno, que no necesitarán debates previos en sede parlamentaria que puedan frustrar la actuación". Estamos haciendo uso de las palabras de la catedrática de Derecho Constitucional, Teresa Freixes, relativas a la aplicación de la Ley de Seguridad Ciudadana ante el empuje del presidente Torra y sus acólitos, como los CDR, tan amados por algunos coterráneos nuestros, como por los Mossos, adscritos a la corriente independentistas.
La aplicación de esa ley, semeja que la están solicitando a gritos las conductas de gobernantes de la Generalitat y de directivos de grupos, a todas luces, anti constitucionalistas, cogidos con amonal en las manos. Amonal, no masa para producir pan, sino una explosión en lugar estratégico. Las noticias que se van conociendo reflejan, bien a las claras, que estaban preparando acciones violentas, con determinación y contundencia. Su preparación, con manuales incorporados, no puede ser objeto ni del silencio ni del despiste. La actuación de la G. Civil, dentro de un secretismo más propio de tiempos de guerra que de paz, está resultando tan impecable y ajustada a la ley, que no alcanza a merecer de los grupúsculos afectados sino excusas endebles o acusaciones de montajes, naturalmente fascistas. Pero, el amonal estaba allí, entre las paredes de sus sedes, de sus almacenes, de sus puntos de encuentro, junto con planos y material apropiado para sus ilegales fines.
Y mientras el presidente Torra anuncia la república catalana para todos, «piense lo que piense», el presidente en funciones solicita que se condene la violencia, simplemente que se condene, por parte de la Generalitat. Grotesco e inaudito. Son los polos opuestos; el primero azuza a sus huestes para que implanten un tiempo de terror, el segundo solicita que se haga una profesión de fe constitucionalista, simplemente condenando la violencia.
Si Rajoy actuó con comedimiento, si Soraya mandó a Barcelona a Secretarios presuntuosos de ser catalanes nacidos en Mallorca, si todo lo actuado con un 155 timorato, nos ha conducido al actual desastre, la absoluta pasividad y ceguera de Sánchez, de Marlaska, de Calvo, nos llevará a una hecatombe mayor. Las arengadas de Torra, imponiendo la república a todos los catalanes, sin distinción, los carteles de “tots som CDR”, el runruneo del “pim,pam,pum…”, no pueden recibir por respuesta el silencio o la postura del avestruz. Gerona, todavía no arde, como en el 36, pero huele a humo. Entretanto, Sánchez y los socialistas, con un anhelo profuso a pactar con el totalitarismo comunista de Errejón, es esclavo de sus contradicciones más profundas. Ahora saca el término “España” en su campaña electoral, mientras pacta con Bildu y Geroa Bai en Navarra, con PdCat en Cataluña, con Compromis en Valencia, con el Cha en Aragón, y con toda clase de independistas en ciudades y pueblos de esa nación que ahora exhibe como lema publicitario. Grotesco e inaudito. Pero, cierto. El gobierno en funciones no está en condiciones de emprender ninguna función que ponga en peligro esas cotas de poder que detenta, compartidas con comunistas, populistas, independentistas o separatistas. No hace sino repetir la historia, lamentable historia.
A lo sumo, un requerimiento saldrá de ese gobierno en funciones, dirigido a Torrent, solicitando ponga fin a la “fractura social” en Cataluña, después del esperpéntico espectáculo acontecido en el Parlamento catalán. Una sede que, también grotescamente, contemplará la abstención del socialismo ante la moción de censura contra Torra impulsada por C,s. Se trata, dixit Iceta, de no molestar. Lo dicho, autos de fe y requerimientos notariales. Y la ley de Seguridad Ciudadana, aparcada dentro del cajón con la etiqueta “no tocar”. Aunque los haya que, tirados de amarillo canario, se planten detrás de unos letreros autocalificándose como CDR,s, o sea, manipuladores de amonal y demás complementos necesarios para sus fin; imponer la república guste o no guste. Para esa gente está prohibido pensar de forma diferente. Para ellos no existe ese derecho.