Empieza este verano de 2023 y lo hace entre políticos y mosquitos. Con la llegada de los meses estivales, vuelven los incómodos mosquitos. O mejor, habría que decir que se multiplican estos minúsculos insectos, porque desgraciadamente ya están presentes entre nosotros también durante los inviernos cada vez más cálidos que tenemos en las islas y en todo el arco mediterráneo. Y de sus molestas picaduras no se libra nadie: niños, adultos, altos, bajos, guapos, feos, morenos, rubios, hombres, mujeres, ricos, pobres… Estos bichitos no preguntan antes de posarse en la piel y chupar con su trompeta para provocar la posterior reacción de picor e irritación. Cuesta entender cómo algo tan insignificante puede provocar tantas molestias.
Porque te los encuentras a todas horas y en todos los sitios. Dormir con la ventana abierta en algunas zonas de Mallorca sin una mosquitera es más peligroso que adentrarse en plena selva amazónica. Tampoco sirven de mucho la infinidad de productos repelentes que se venden, sean pastillas, líquidos o loción para embadurnarse el cuerpo. Los mosquitos siempre acaban apareciendo. Como se haya dejado un centímetro del cuerpo sin protegerse con repelente, allí le picarán. Estos bichitos 3.0 se autoinvitan a viajar en nuestros automóviles en cuanto uno abre la puerta o baja la ventanilla, causando verdaderos estragos agazapados en el negro de la tapicería. Se les puede encontrar en las situaciones más embarazosas, como cuando uno está sentado en el wáter, inmóvil de piernas, y empiezan a merodear los tobillos cual tiburones hambrientos mientras uno pierde el hilo de lo que está haciendo. Y qué me dicen de ese zumbido que les despierta a medianoche, y que se repite una y otra vez, mientras uno trata de cazarlo a ciegas, a base de manotazos en la oscuridad, para no despertar a nadie, hasta que uno acaba desistiendo y opta por taparse hasta la cabeza para evitar la picadura.
Me pregunto qué han hecho hasta ahora y qué piensan hacer nuestras administraciones públicas para combatir un problema que, en algunos sitios, empieza a condicionar la vida de la población. Leía el otro día que, en algunos pueblos de Castellón, a partir de las 18h no se puede salir a la calle salvo que uno vaya con escafandra o un buzo de apicultor. La gente tiene que cerrar sus casas a cal y canto porque las calles se llenan de nubes de mosquitos con sed de picar. No digo que pueda acabarse de raíz con este problema, porque siempre han existido estos molestos bichitos, pero no puedo creerme que no puedan aplicarse campañas periódicas de fumigación, con productos biológicos que no tienen efectos negativos y tienen una eficacia del 99% en cuanto a muerte de las larvas de estos insectos, para mitigar la reproducción de estos incómodos bichitos. El problema es que no se hace nada.
Entre mosquito y mosquito, en los últimos años el inicio del verano empezaba con Rafa Nadal levantando la Copa de los Mosqueteros en París. Este año, el verano viene con plaga de mosquitos y de políticos, porque así lo ha querido Pedro Sánchez, convocando las elecciones generales en plena canícula. Una decisión que tiene alborotado el avispero político y que tiene a nuestros políticos zumbando por todos los sitios. Unos, en busca del voto perdido el pasado 28M y otros, en busca de retener los apoyos o, si es posible, aumentarlos de cara al 23J. Como pasa con los mosquitos, los políticos están por todas las partes en este inicio de verano, cuando lo habitual era que desaparecieran durante una temporada para volver al inicio del curso escolar. Todo sea dicho: nadie les echaba de menos. Pero este año no tendremos esa suerte. La `brillante’ idea de Sánchez les obliga a estar activos, a merodear por las cabezas de los ciudadanos a todas horas, a ver si pueden picar algún voto.
Y eso se junta con las negociaciones de los partidos para conformar los equipos de gobierno en los diferentes ayuntamientos y en los ejecutivos autonómicos. Porque en muchos sitios, tres semanas después, sigue sin saberse la configuración de esos equipos. Este sábado deben constituirse las corporaciones locales, pero los gobiernos autonómicos tienen más margen y en algunos, como en el caso de las Illes Balears, las negociaciones entre PP y VOX parecen, sorprendentemente, encalladas.
En Valencia, el pacto entre ambas formaciones ha sido rápido y parece que indoloro. En Murcia, ha sido todo lo contrario y la formación de Abascal amenaza con nuevas elecciones. En nuestra comunidad, parece que el pacto también viene de nalgas y, de momento, ni PP ni VOX parecen dispuestos a ceder. El PP quiere gobernar en solitario y solo busca la abstención de VOX en la investidura de Marga Prohens. VOX no está dispuesto a ser un convidado de piedra y quiere hacer valer sus más de 60.000 votos para configurar un gobierno de coalición. Lo lógico sería pensar en una decisión intermedia entre lo ocurrido en Valencia y la situación de Murcia, es decir, un acuerdo de investidura acompañado de un acuerdo de gobierno, con alguna Conselleria simbólica para VOX en el Ejecutivo, y así establecer una estabilidad parlamentaria sólida durante los próximos cuatro años.
Pero la lógica está reñida muchas veces con la política y la derecha, siempre con el espejo retrovisor mirando a la izquierda y con un inexplicable sentido de culpabilidad y de inferioridad, nunca defrauda, así que vaya usted a saber qué puede pasar.
De momento, voy a cerrar la ventana para que no entren mosquitos.