Envidia política

En política, como en otros ámbitos de la vida, son pocos los que están conformes con lo que tienen. La insatisfacción permanente y el deseo insaciable y malsano de poseer lo que otro posee, lo que otro tiene son un caldo de cultivo fantástico para la envidia política; uno más de los pecados capitales que califica a una persona como animal político, y normalmente lo descalifica como persona.

El primer caso de envidia política, según nos cuenta la Biblia en el Génesis 4:8, terminó en el primer asesinato político por envidia, por celos. Caín era agricultor, mientras que su hermano menor Abel, era pastor. Era común, en estos tiempos, agradecer a Yavé por los buenos cultivos o la buena crianza del ganado, por lo que estos hermanos le presentaron sus sacrificios; al verlos Dios prefirió el sacrificio de Abel (de los primogénitos de sus ovejas, o sea sangre) que el sacrificio de Caín (del fruto de la tierra), quien presa de un ataque  de celos mató a su hermano. Lo mato por envidia. Porque los regalos de Abel agradaban a Dios y los suyos no.

Con el paso del tiempo los ejemplos de celos políticos  han sido múltiples, el último acaecido en España, de momento, y que ha tenido repercusión mediática internacional es el ataque de celos políticos que ha tenido el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, quién  calificó de "acto de deslealtad" el viaje que el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, realizó a Cuba, del que su ministerio, al parecer, tenía cumplida noticia en tiempo y forma.

El jefe de la diplomacia española, no disimuló su enfado por el hecho, que aunque fuera una visita de carácter privado, de que el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero se reuniera con el mandatario cubano Raúl Castro, por la circunstancia de que Castro no recibió a Margallo cuando este visitó por primera vez la isla en noviembre pasado, en un viaje en que habló públicamente de derechos humanos y libertad de expresión.

Según explicó el propio Zapatero su visita a la isla se enmarcaba en la iniciativa internacional que busca la abolición de la pena de muerte en el mundo y que el exjefe del Ejecutivo promovió durante su mandato. Cuba mantiene en su legislación la pena capital, aunque no está practicando ejecuciones, y éste fue uno de los temas que Zapatero y el que fuera su ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, abordaron en la reunión de dos horas y media que mantuvieron el miércoles con el presidente cubano, Raúl Castro.

Es igual el motivo, es indiferente la razón, la reacción de Garcia Margallo es de una torpeza supina, es producto del más bajo sentimiento de despecho y de lo que no cabe interpretar si no como un “irrefrenable ataque de cuernos”, de envidia por lo que Zapatero logró y él no consiguió.

Todo el sistema político de la democracia y el voto supone una competencia, en la que primero nos ofrecemos y luego nos vendemos como candidatos, publicitando cuánto mejores somos que nuestros rivales para el puesto. Las campañas agregan a esto, algo comúnmente practicado, el esfuerzo por hallar cualquier posible punto débil, aunque sea falso, y emplear la mentira sobre  los candidatos rivales, de dentro de su propio partido, normalmente, o de fuera de su partido, incluso en términos de sus vidas privadas, para inflarlos fuera de proporción, y publicarlos extensamente para desacreditarlos. Incluso, muchos políticos ejercitan y consideran este tipo de conducta, basada en los celos, la competencia desleal y la patraña, como loable y justa y la consideran adecuada y razonable a sus bajos propósitos (el fin justifica los medios), mientras otros las consideramos como indignas, inmorales y miserables y una muestra de las bajas pasiones que mueven a ciertos agentes políticos en su afán por conseguir alcanzar y mantenerse en el poder.

Como en cualquier otra reacción de celos políticos el resentimiento, la desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, la tristeza y el pesar del bien ajeno, la incapacidad de tolerar el logro de otro en un área específica, son los motores  que impulsan la agresión hacia el individuo que posee algo que el agresor envidia y desea.

“La envidia es una declaración de inferioridad”. Napoleón Bonaparte.

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