Erdogan: demasiados frentes

Tras el fallido golpe de estado, Erdogan ha iniciado en Turquía una purga masiva de las personas que el gobierno turco considera seguidores de Fethullah Gülen, el clérigo islamista turco otrora aliado del propio presidente y de su Partido para la Justicia y el Desarrollo. La depuración afecta a decenas de miles de personas en todos los ámbitos de la vida pública turca, el ejército, la policía, el poder judicial, la fiscalía, el alto funcionariado, la enseñanza, sobre todo la universitaria, el cuerpo diplomático y los medios de comunicación. No hay informaciones fiables acerca del estamento religioso, pero también podría haber incluido algunos imanes.
Sea o no cierta la existencia de una conspiración gulenista para tomar el poder en Turquía, o una alianza entre una red de partidarios de Gülen infiltrados en todas las instituciones del estado turco, una especie de administración paralela, y algunos elementos laicos del ejército, algo poco probable dada la naturaleza islámica del movimiento de Gülen, Erdogan ha aprovechado la coyuntura para lanzarse a una limpieza a fondo de todos los sospechosos de ser seguidores del clérigo, así como para solicitar la extradición del propio Gülen a los Estados Unidos, donde se encuentra asilado desde que tuvo que huir de Turquía por sus desavenencias con el propio Erdogan.
En apariencia, Erdogan ha ganado la partida y ha salido reforzado, al abortar un golpe de estado con el apoyo masivo de la población turca y llevar a cabo una depuración masiva de todos los estamentos del estado turco. A la larga, quizás su situación no sea tan halagüeña. Los evidentes abusos que está cometiendo, incluyendo denuncias de torturas por parte de Amnistía Internacional y otras organizaciones, no están precisamente ayudando a mejorar su posición ante las instancias internacionales, aunque su pacto con la UE en el tema de los refugiados, su pertenencia a la OTAN y su decisiva ubicación geoestratégica le protegen de momento de recibir nada más que advertencias muy matizadas y avisos de que no traspase ciertos límites durante demasiado tiempo.
Pero tiene abiertos demasiados frentes simultáneos. Hace meses, preocupado por el avance electoral del partido kurdo, que consiguió un porcentaje significativo de votos incluso entre los turcos étnicos laicos urbanos, decidió reiniciar las hostilidades contra los kurdos, romper las negociaciones con el líder encarcelado del PKK Ocalan y, con la excusa de combatir una organización terrorista, empezar una auténtica guerra de agresión contra sus propios ciudadanos kurdos, con bombardeos de algunas ciudades, evacuación forzada de pueblos enteros, detenciones arbitrarias y conculcación sistemática de los derechos humanos.
Como consecuencia de su obsesión con los kurdos y con que no se establezca un estado kurdo en el norte de Siria, mantuvo durante demasiado tiempo una actitud ambigua respecto del tránsito por su frontera de voluntarios europeos que iban a luchar con Estado Islámico, así como del contrabando de petróleo, una de las principales fuentes de financiación del EI, en el que siempre se ha sospechado que están involucrados miembros de la nomenclatura turca. Cuando, por presiones de sus aliados se puso a reprimir ambas actividades, se granjeó la enemistad del EI, que empezó a realizar atentados sanguinarios en suelo turco.
Además, los más de dos millones, según algunas estimaciones, de refugiados sirios, iraquís, paquistanís y afganos no dejan de ser un serio peligro potencial de disturbios y desestabilización social.
En definitiva, aunque tiene a su favor una mayoría social de turcos conservadores y religiosos, tiene en su contra a la oposición política de izquierdas, a los sectores kemalistas del ejército, a la población urbana laica y europeizada, a los kurdos, a los terroristas islamistas, a los gulenistas, a los que es improbable que consiga erradicar completamente, a los gobiernos árabes vecinos, que no olvidarán su postura ambigua respecto del EI, a la inmensa mayoría de la opinión pública de la UE y a Rusia, tras el derribo por parte de Turquía de un avión de combate ruso hace unos meses.
De momento la posición de Erdogan es, sin duda, sólida, pero el futuro inmediato nos aclarará si es capaz de bandear tantos frentes simultáneos. Si sucumbe a la tentación de establecer una dictadura más o menos camuflada, lo que ya casi es Turquía ahora mismo, se convertirá en un socio y aliado muy incómodo, más aun, para la UE y para la OTAN, lo que podría comprometer seriamente su situación interna.

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