Espectáculo sobre el asfalto

El pique entre Rossi y Lorenzo o, mejor dicho el del italiano con el resto del mundo, azota más que anima el Mundial de motociclismo. La envidia no es sana e Il Dottore, centro de admiración colectiva hasta el año pasado, debía roer clavos viendo la última vuelta de la carrera que ayer protagonizaron Jorge y Marc Márquez. Las declaraciones previas y/o posteriores, son papel mojado, pero los resultados son puntos fehacientes. Cuando el boxeo era un deporte honorable, antes de ser invadido por las mafias y las apuestas, los propios organizadores de los combates estelares procuraban que los púgiles cruzaran toda clase de bravuconadas y majaderías. Era una manera de reavivar las colas en las taquillas y encender la pasión en la grada. Luego, ya se sabe, el espectáculo prometido acababa a gritos de “¡tongo, tongo!”.

Pero sobre el asfalto en el que cada piloto se juega la vida y algunos de ellos se la han dejado, no cuentan más que la pericia, la sangre fría y la cabeza, esa que Valentino ha perdido y que el mallorquín ha sentado a lo largo del tiempo. Queda mucho campeonato por delante y puede ocurrir de todo, pero habría que ir dejando de lado un enfrentamiento pueril que sólo puede acabar perjudicando seriamente a quienes entren en ese juego poco elegante que promueve el otrora campeón frente al actual, con el aval de la marca que, en lugar de unirles, ha terminado forjando su separación. Allá sus propietarios y directores con esa negligencia peligrosa si obedece al fichaje de Ducati. Los celos adquieren carácter enfermizo y no auguran nada bueno. La exhibición hay que darla en el circuito, donde la ofrecieron el de Palma y el de Cervera.

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