El nombramiento de Luis Rubiales como nuevo presidente de la Federación Española de Fútbol debería traer consigo la savia nueva que refresque el aire del fútbol español, cuya sede cambió de la madrileña y céntrica calle de Alberto Bosch a Las Rozas sin que se haya notado menos polución. Lo primero que debe hacer el hasta hace poco presidente de la AFE es sacudirse el polvo de la influencia del Barça y el Real Madrid, pasar el aspirador por el Comité Nacional de Arbitros y entrar a fondo de una imprescindible limpieza del reglamento de competiciones que empieza por una organización diferente de la Copa del Rey, la revisión de las normas que rigen en los play offs aunque llegue tarde a las objeciones justificadas del Fuenlabrada, el Rápido de Bouzas y el Racing en relación a la participación de los equipos filiales.
Habrá que conceder al ex futbolista el beneficio de la duda, como mínimo. Siempre con la mosca detrás de la oreja porque estamos cansados de ver cómo lo que se predica desde la oposición se ignora en cuanto alguien alcanza el poder o, sencillamente, no sirve para ejercerlo. No será preciso que transcurran 100 días para intuir en qué dirección empezará a caminar. Sus relaciones con Javier Tebas no atravesaban por su mejor momento, lo que siempre es una buena noticia. No tanto que profesionales como Iago Aspas o Sergio León faltaran a la Asamblea que le ha proclamado, aunque excusarían su asistencia por razones insoslayables.
La ocasión la pintan calva y Rubiales no tiene un solo pelo. No sé si de tonto o de listo.
