Gaudí

He pasado unos días en Barcelona, la llamada Ciudad Condal, en clara referencia a su pasado. En estos momentos, Barcelona se ha convertido en una especie de parque temático para “guiris”, es decir, para toda clase de bárbaros en su acepción más literal. Desde hace un tiempo, la ciudad vive, únicamente, por y para sus visitantes que, la verdad, dejan mucho que desear: en general, visten pésimamente, comen fatal y beben peor y, salvo excepciones, gastan menos que un orangután en el Ártico.

Jamás me he sentido atraído por el estilo barroco y, mucho menos, por su etapa final rocambolesca, el rococó; excluyo el legado musical liderado por Johan Sebastián Bach y sus muchachos. Ahora resulta que el genial arquitecto Gaudí – fallecido por un simple atropello de un tranvía – es la máxima atracción turística de la capital catalana. Las enormes colas de ciudadanos extranjeros que pretenden, concienzudamente, visitar la hoy Basílica de la Sagrada Familia, el edificio de la Pedrera (en el antiguamente precioso y señorial Paseo de Gracia) o bien algún otro edificio del arquitecto reusense, dan  buena muestra de ello.

Debo confesar que, personalmente, nunca me ha gustado Gaudí, aun comprendiendo su inmensa imaginación, su ardoroso fervor religioso y, sin lugar a dudas, su creatividad. Pero no me gusta; ¡es lo que hay! Sus arquitecturas curvilíneas, sus decoraciones exuberantes, el recargamiento de los adornos, y el aspecto tétrico de sus estructuras me produce, sencillamente, pánico. Cada vez que veo Gaudí, veo la muerte, las torturas, el infierno…que me da miedo, ¡vamos! Ya se que, para él, su obra era una gigantesca loa a la cristiandad; que trabajaba en función de la belleza del Creador; que su propia vida fue una excepcional alabanza a Diós…

Y entiendo su genialidad, en todos los sentidos. Pero no me gusta. Imposible, actualmente, encontrar a alguien que pueda manifestar, en voz alta, que Gaudí no le gusta. Mucho menos un japonés…

De todos modos –y teniendo en cuenta mi sentido tolerante – tampoco estoy por la labor de una demolición, parcial o total, de sus edificios: sería un “follón”: las críticas sobre tan dudosa actuación, conseguirían que se restaurara la horca pública. No vale la pena.

Para forzar mi propia salvación: “he dicho culo”.

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias