Gracias, LASO

Nunca me han dolido prendas en reconocer mis errores, sobre todo con las personas.

Hace algún tiempo, entre mis amigos era habitual revisar mi TL cuando jugaba el Madrid de Baloncesto para ver cómo criticaba a Pablo Laso, entrenador del equipo. Mis críticas eran, sobretodo, que no jugase con los pívots, a quienes no sacaba buen rendimiento, que siempre hiciese las mismas rotaciones y que, en los momentos finales, el equipo se viniese abajo.

Mucha gente, al igual que yo, le criticaba ferozmente. Quizás sea verdad eso de que los vikingos tenemos especial afecto por entrenadores extranjeros, con renombre y que hablen fuera de las canchas, no dentro de ella.

Pablo, en cambio, jamás dijo una palabra más alta que otra. En su primera temporada, ante un Barcelona que venía de arrasarnos literalmente cuando el equipo era dirigido por el entonces entrenador estrella Ettore Messina (“El Madrid ya tiene a su MESSIna”, fue el juego de palabras facilón hilvanado por algún conocido periodista), perdió la final de la liga ACB por culpa de un triple contra el tablero, desde casi el mediocampo y sobre una sola pierna del ahora “Laker” Marcelinho Huerta.  Sin embargo, les ganamos la copa del rey, algo que supuso un enorme impulso frente a un equipo que nos tenía tomada la medida. Yo personalmente dejaba de ver los partidos contra ellos en el primer cuarto.

La segunda temporada, el Madrid consiguió llegar a la Final Four de Londres, en cuyas semifinales volvimos a ganar al Barcelona, pasando a la final contra quien –entonces lo desconocíamos- iba a ser nuestro “coco” particular: Vassilis Spanoulis y su Olympiakos. Tras un primer cuarto inmaculado, el equipo se fue desinflando y el Olympiakos, a lomos de su Leónidas, descosió al equipo de Pablo a base de triples e intensidad defensiva. Ahí fue la primera vez que Pablo quedó seriamente señalado. ¿Cómo pudo no contener a Spanoulis? Fuimos injustos. Muy injustos. ¿Cómo paras –lícitamente- a un jugador como ése cuando entra en ignición? Con Lebron James… y poco más.

La tercera temporada fue, sin duda, la más dolorosa. Otra vez llegábamos a la Final Four con un récord de victorias y momentos de juego vertiginoso nunca visto en Europa, a rebufo de la nueva tendencia imperante en las canchas europeas: el Chachismo, informe Robinson incluido. En las semifinales volvimos a encontrarnos con el Barça de Xavi Pascual, a quienes arrasamos literalmente. Triples, contragolpes, mates… y a la final contra un equipo –teóricamente- inferior, el Maccabi. El problema es que la película se repitió, cambiando un coco por otro: de Spanoulis al semidesconocido Tyrese Rice, quien nos destrozó en una dramática prórroga y sumió al equipo en un estado de shock y profundo desánimo. El equipo no levantó cabeza y, tras un arbitraje algo particular, perdió la Liga ACB en casa de su eterno rival, merced a un triple de un pausado ex madridista: Maciej Lampe, que esa noche completó su mejor hoja de servicios para el Barça. Ese partido, además, será recordado porque Laso, a quien habían operado del tendón de Aquiles pero quiso estar con el equipo, abandonó la cancha del Palau expulsado y en silla de ruedas. Con todo el público burlándose.

¡Qué cruel hubiera sido que Florentino nos hubiese hecho caso y le hubiese despedido, dejándonos con esa última imagen suya!. Derrotado y herido, sufriendo las burlas de nuestros eternos rivales, a quien más nos ha dado a los aficionados a este deporte mucho mejor que el fútbol (y quien, regularmente, les quita título tras título).

La historia, como bien saben, dio la razón a sus partidarios y nos la quitó a sus detractores. Nunca he estado tan feliz de tragarme mis palabras, de haberme equivocado tan claramente. Pablo logró reclutar a unos fieros jugadores que complementaron nuestro excelso talento y añadieron la garra, el músculo y los…, digo el corazón, tan necesario para ganar. Para encararse con el banquillo rival y gritarles cuando te hacen una falta flagrante, como Chapu. Para sacar de quicio al rival con una defensa tan asfixiante que no puedes quitártela de encima. Para meter dos triples desde tu casa cuando nadie espera que lo hagas, como Maciulis.

Gracias PABLO. Gracias por demostrarnos lo equivocados que estábamos. Gracias por hacer que me haya tenido que tragar mis palabras. Y gracias, nuevamente, a todos los jugadores: Chacho, Llull, Doncic, Carroll, Rudy, Maciulis, Taylor, CHAPU, Felipe (retrato suyo en todas las aulas ya, por favor) Trey, Willy, Ayón

Y gracias también a los que se fueron e hicieron esto posible: Marcus, KC, Bou, Salah...

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