Me da la impresión de que estamos en Navidad. Por lo menos huele a Navidad. Lo del olor, no lodigo porque se note en el aire algo especial. No, qué va. Es por lo de las colonias y demás elixires para sobacos y otras axilas que nos acechan estos días. Anuncios con los que cada año acuden a la cita los diferentes canales televisivos para invitarnos a consumir el mejor perfume del mundo mundial. Cuando cesa el acoso, al final, cuando ya no queda polvorón que llevarse a la boca y el último paje se ha convertido en camello, hay una cosa que no tengo clara: cuál, entre todos los perfumes, es el mejor, el que más gustará a la amada. Y si no acierto, como ha ocurrido otras veces que hago yo con el oloroso líquido? Lo mismo que le puede ocurrir, como ya ha ocurrido: que no le guste o no les guste a las damas el elixir elegido para perfumar mi pecho de lobo. Por otra parte, no podemos desperdiciar, lo que me supongo son caros perfumes, cuyos contenidos no están muy a mi alcance, ni me está permitido probar por dos motivos: no son bebibles -no se pueden ingerir- y porque como supongo son intratables de caros. En conclusión, no me da la gana embadurnarme con ciertos extractos. Así que para lo primero me consuelo de tarde en tarde -casi cada tarde- con el ginet y con lo segundo con mi aroma natural después de la ducha con jabón de glicerina y mis filtraciones de hierbas naturales cuya composición y demás secretos me reservo. Soy así de antiguo y de protestón. Es que llevamos unos pocos años con la misma monserga publicitaria de los perfumes en Navidad. Debo reconocer que me gusta ver los spots publicitarios, pero es por lo fashion de las modelos. Aquel susurro o especie de gemido o gemidos en diferentes lenguas al colocarse en el cuello o en el pabellón de la orejita la líquida fragancia, como insinuando que le han dado un chupón o un mordisquito en el pabellón del oído. Es una especie de contorsión, como si se desmayaran o fueran a caerse o a desaparecer en una nube de algodón, tras oler los efluvios disueltos en el contenedor gaseoso de alguna feromona extasiada. De entre todos los gemidos me quedó con los que exhalan las intérpretes con le bouquet francés, siempre más sugerente. Aún así, pido un receso a los creativos y a los dirigentes de consumismo para que en los años venideros se las ingenien para anunciarnos en estas fiestas otros productos, que por lo menos, no huelan tanto. Abstenerse los creativos de la canción esta de "Aquí està la Navidaaaaaaaaaaad Na na na naaa na na naaa". No, por favor, que la Navidad es vida, renovación, nacimientos, la Luz... Y estos cantores del spot son como zombis que quisieran advertirnos que aunque nos toque el Gordo también nos tocará la negra. Qué grima me dan, por Dios. Bueno, huele a Navidad porque las personas que aún siguen siéndolo somos como más buenas lo parecemos o tenemos ganas de cambiar y de repartir mejor el turrón. Huele a Navidad porque el vecino cabroncete ha dejado de encender la chimenea con pastillas de gasolina. Estos días lo hace como es debido, con tea de pino y así deja de incordiar las fosas nasales de este otro vecino que le quiere querer pero no lo consigue. Huele a Navidad, porque un año más, he logrado desistir de cortar la cuerda a la tribu de papas-noeles que suben por el balcón de mi vecino de enfrente y de muchos vecinos. Pensándolo bien, voy a tomarme “Un Perfumat” a la Salut de todos ustedes. En estos días lo más sugestivo es oler a limpio de corazón para que en realidad, la Navidad, huela bien en todos los hogares.





