¿Quién necesita una sauna cuando tienes julio en Mallorca? Porque sí, amigos, el verano ha llegado con ganas, sin avisar y sin pedir permiso. El calor no llama a la puerta, la tira abajo. Y mientras el sol aprieta más que nunca, aquí estamos todos: buscando sombra como si fuera oro, peleándonos con el ventilador de sobremesa y diciendo la frase estrella de cada año: “Nunca había hecho tanto calor”.
Las terrazas a mediodía son territorio de valientes, los coches parecen hornos móviles y los que se atreven a tocar un volante sin protección merecen una medalla. En las farmacias vuelan los abanicos y en las casas ya se escuchan los clásicos: “Tanca les persianes!”, “No encenguis el forn!” y el mítico “Això no és normal, això és cosa del canvi climàtic”.
El otro día, en el Mercat de l’Olivar, una señora llevaba un manojo de perejil en la bolsa y le decía al pescatero: “Si lo dejo cinco minutos más al sol, me vuelve al vapor, com a l’hospital!”. Y no le faltaba razón. A esas horas, el suelo ya desprende calor como si llevara todo el día guardándolo solo para fastidiar.
Mientras los turistas se tumban felices al sol como si fueran panecillos al horno, los de aquí afinamos el arte de sobrevivir: sandía en la nevera, duchas cada tres horas y ese look veraniego que mezcla camiseta vieja, pantalón corto y cara de “no me hables hasta septiembre”.
Pero, pese al calor, no perdamos el humor. Porque si algo tenemos los isleños es que sabemos reírnos incluso cuando el asfalto echa humo. Y total, si vamos a derretirnos, que sea con una sonrisa y, si puede ser, con un gelat de palo en la mano.
Cuidaos mucho, bebed agua y, por lo que más queráis, no dejéis al gato encerrado en el coche.