Todo el mundo dice que Font se ha distinguido por ser un político hábil, carismático y populista, un tipo de político que al PP le iba muy bien para captar votos en la part forana y tener cubierto un espectro electoral mucho más amplio, lo que han denominado como regionalismo. Todas estas virtudes de Font se han dilapidado en los últimos meses. Font ha hablado más de la cuenta, y eso en un partido político se suele pagar caro. Font ha atacado directamente el presidente de su partido, y esto tampoco suele perdonarse en un partido político. Las organizaciones políticas tienen sus propias claves y Font ha errado en dar carnaza a los rivales de su propio partido, pero en el final de esta historia ha dado la sensación -quizás equivocada por mi parte- que el político de sa Pobla se ha ido simplemente porque le molesta no estar en una lista electoral. Irse cuando quedan cuatro meses para acabar la legislatura tampoco es un gesto que tenga mucho mérito. Algunos medios aseguran hoy que Font podría meditar crear una nueva formación política de ámbito regionalista. A escasos cuatro meses para las elecciones, fundar un partido político es una aventura suicida con un previsible final que Font no podría permitirse. Me atrevería a decir sin temor a equivocarme que Font no creará ningún partido ni siquiera después de las elecciones y si gana el PP por mayoría absoluta, mucho menos. UM podría ser un buen destino para Font, pero éste ya ha dicho que no acabará en el partido de Melià. Desde el punto de vista estratégico, el final político de Font ha sido del todo incomprensible.
