Infierno hooligan en Marratxí

Les dejé la semana pasada en Valencia. Les dije que a mi regreso sufriría una leve gastroenteritits. No, no he estado demasiado mal de la tripa, pero de sueño... Vaya semana he pasado, cosa mala, de dormirse en las cunetas.

La semana que acaba me deja un profundo dolor. Una vez más la naturaleza cainita y guerracivilista de los españoles aflora y se manifiesta de la peor de las maneras posibles. Cuando deberíamos honrar la vida y muerte de Miguel Ángel Blanco nos hemos dedicado a esgrimir su asesinato a manos de los pistoleros de ETA como si de un argumento político se tratara. Todos, todos lo hemos hecho mal, y aquí no se salva nadie.

Veamos, por ejemplo, el minuto de silencio que se convocó al mediodía del miércoles frente al Ayuntamiento de Palma. Sucedió lo previsible, que ninguno de los regidores de Podemos se presentó. Sí cumplieron sus compañeros del Consell de Mallorca, mucho más sensatos que ellos. Los podemitas palmesanos, los que van en bicicleta, luchan contra mil y una causas internacionales, los que pierden una mañana del trabajo que les pagamos en ir al puerto porque ha llegado un barco con arena del Sáhara, los que dan alas a su verborrea revolucionaria en las redes sociales, esos, no tienen ni un minuto para permanecer callados en recuerdo de un compatriota inocente al que una pandilla de malnacidos le metió doble ración de plomo en la cabeza. Algunos de ellos apenas tenían cuatro o cinco años de edad cuando todo aconteció y tal vez crean que el mundo echó a rodar el día en el que se metieron en un círculo morado. Tampoco han sido gran cosa las declaraciones de Toni Noguera, el alcalde de Palma, que dice que convocó el minuto de silencio “porque el PP lo ha pedido”. No es necesario ser Poirot para apreciar en sus palabras que, de haber sido por él, se hubiera quedado tan fresquito en su despacho. Eso es lo que pasa cuando tus aliados se llaman Bildu.

Cuando se cargaron a Miguel Ángel Blanco yo estaba hecho polvo. Trabajaba en el aeropuerto que se pueden imaginar lo que es aquello en pleno verano— y hacía doblete en un negocio familiar. Encajé la noticia medio dormido, atolondrado. Estaba seguro de que el chantaje de ETA era, como se ha dicho tantas veces, un asesinato a cámara lenta. Me pareció algo onírico, irreal. Aquel día no murió un joven concejal, ni me voy a poner dramático con eso de que nació “el espíritu de Ermua”. No, aquel día los españoles nos demostramos que, a pesar de hacernos la vida imposible los unos a los otros, estábamos hartos de la violencia. De ser de otra manera, tras la muerte de Miguel Ángel se hubiera vivido una noche de herriko tabernas en llamas y caza del abertzale. Supongo que es lo que pretendían los etarras por aquello de “internacionalizar el conflicto”, crear un calco del Ulster en el País Vasco. No caímos en la trampa. Eso nos ennoblece.

La semana también nos deja la cruzada antialcohol del Gobierno balear. Resulta que quieren limitar cuando no prohibir el consumo de alcohol en los hoteles que ofrezcan todo incluido porque los guiris se cuecen y se caen de los balcones como fruta madura, se ahostian por la calle con todo y con todos, y acostumbran a liarla parda en la disco, en la cola del taxi, en la playa o allí donde se calcen un par de copazos. Se pide ley seca en el aeropuerto e incluso que se limite el consumo de alcohol en las zonas turísticas. O sea, si usted tiene la mala suerte de llamarse Inga o Rolf, o William, o Mary, debe saber que se le considera cuando menos un protoalcohólico marrullero, mala gente guiri. Sin embargo si es Rafel, Prixedis, Joana o Mateu puede saquear la sección de licores del Mercadona o chuzarse hasta morir en el bar del barrio porque es nativo. Y los nativos nunca se emborrachan ni montan jaleo. Esa visión reduccionista del guiri, se pongan como se pongan, roza la fobia del pequeño clan que no entiende por qué pasan frío en la noche cuando los de la tribu del valle de al lado han descubierto el fuego, comen carne asada y duermen calentitos. Hagamos números, si nos visitan unos 11 millones de turistas al año, con que solo el 1 por ciento sean unos vándalos, tendremos 110.000 salvajes pululando por aquí. Entiendo que aquel que los sufre se indigne, por supuesto. Lo que no podemos es plantear medidas restrictivas que se apliquen solo a los visitantes. Es más, no podemos legislar lo que es un problema social con origen en sus países. Ellos sabrán como los educan en su casa. Por cierto, no sé yo qué pasaría si metiéramos a 15.000 canis y chonis españoles juntos en una calle de apenas quinientos metros con bares y playa. Imaginar un apocalipsis patrio a lo Punta Ballena me aterra. Espero que en Brighton o en Blackpool no se les pase por la cabeza captar al turismo basura español.

Una de las tontunas de la semana que me ha hecho reír ha sido la de un yayoflauta que escuché en la radio. Estaba en contra de la ampliación de usos del aeródromo de Son Bonet —ahí estoy más o menos de acuerdo — y decía que «Marratxí resiste la invasión turística»: Bueno, hombre de Dios, que Marratxí no es precisamente la locura americana, que los guiris no se matan por comprarse un siurell. Las chiquitas inglesas saben que aunque se amorren a un siurell y soplen no las van a invitar a copas gratis. Quiero mucho al municipio y lo tengo en alta estima porque he parado bastante por allí, pero de ahí a pensar que se va a convertir en el ballermann 6. Eso sólo sucederá si se produjera un terremoto a lo big one californiano que hundiera a Palma en el Mediterráneo. Entonces es Pla de Na Tesa sería costa de mar, quien sabe si con playa, sombrillas, cubos de fregar con cañitas, y alemanes incluidos.

Otra de las grandes chorradas de la semana es la de una señora de esas de la memoria histérica que se pasea con un pañuelo en la cabeza a lo miliciana del 36 y que a cada palabra exhala un suspiro de indignación. Según ella hay que tirar el monolito de sa Feixina porque “las piedras tienen ideología y debemos seguir luchando contra el fascismo”. Esta mujer siempre está enfadada, supongo que los cuarenta años de Franco sepulto no le han quitado la mala leche. Pues ya son ganas de joderse la vida con la de problemas de hoy que tenemos. Tan casposo, cutre, viejuno y obsoleto es reivindicar a Franco como ese extraño comunismo vestido de falso republicanismo. Demasiados ismos...

Ay, nunca nos pondremos de acuerdo o, al menos, en paz. No nos pondríamos de acuerdo ni aunque la Consellería de Turismo nos diera permiso para ponernos hartos de vino en zona turística.

La atrocidad de la semana llega de la localidad gala de Lorient. Se ha descubierto que una mujer ahogó con una almohada a sus tres bebés nacidos en los años 1998, 1999 y 2003. Nada más parir los mataba, los metía en una bolsa de plástico y los guardaba en el congelador. Recuerda al caso del pueblo hispalense de Pilas en el que otra mujer también congeló los cadáveres de dos de sus bebés. Podría hablarles un rato de cuerpos desmembrados ocultos en congeladores, aunque esa es otra historia.

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