La última sesión de la comisión de investigación de las mascarillas en el Parlament, celebrada el viernes, donde se debatieron y votaron las conclusiones de cada Grupo Parlamentario, fue un lamentable espectáculo que pone de manifiesto la urgente necesidad de recobrar el respeto y el decoro en la Cámara autonómica.
La tensión vivida en el seno de la comisión, habida cuenta de la materia tratada y de las sospechas y acusaciones que se lanzan sus integrantes, entra dentro de lo que se podía esperar en la recta final de la campaña de las elecciones europeas, donde hay tanto en juego.
Sin embargo, las faltas de respeto y los insultos no son admisibles y merecen la censura general. El comportamiento protagonizado por el portavoz del Grupo Socialista, Iago Negueruela, no tiene justificación. Recurrir a la descalificación y al insulto a otros miembros de la comisión, no es democrático.
El Parlament es la cuna de la democracia, un espacio donde se deben debatir las ideas con rigor y respeto, no un campo de batalla de descalificaciones personales y enfrentamientos verbales. Los diputados tienen el deber de representar a sus votantes con dignidad y está en su mano contribuir a un debate constructivo y respetuoso. Los términos ofensivos y las expresiones fuera de tono, desacreditan a quienes los pronuncian y contribuyen a degradar la política, erosionando la confianza de los ciudadanos en sus representantes democráticos.
En este contexto, la responsabilidad de mantener el orden y el respeto mutuo recaía en gran medida en la presidenta de la comisión, María José Verdú (Vox) quien, en esta ocasión, no supo estar a la altura de las circunstancias. Fue incapaz de frenar los excesos verbales y las continuas faltas de respeto. Es exigible que tanto el presidente del Parlament como los presidentes de las comisiones, sean capaces de imponer las normas de conducta necesarias para que el debate se mantenga en los cauces adecuados.
La falta de decoro en las sesiones parlamentarias no es un problema menor. Este tipo de incidentes debilitan la democracia y desvirtúan la función de los órganos legislativos. Las comisiones de investigación, en particular, deben ser espacios donde se esclarezcan los hechos con transparencia y no lugares donde prevalezcan los insultos y las descalificaciones.
Esperemos que, pasadas las elecciones europeas, los partidos políticos sean capaces de normalizar sus relaciones y recobrar un tono razonable en los debates, a fin de evitar que situaciones como la vivida en la reciente comisión de investigación de mascarillas se repitan.
Es necesario enfriar el actual clima de tensión política entre todos, algo a lo que puede contribuir la ausencia de citas electorales a la vista.