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La cuesta de septiembre

viernes 03 de septiembre de 2021, 06:00h

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Se acabó el verano y con él las vacaciones. Vuelta a la rutina y al trabajo. Para los chavales vuelta a las clases y antes a las recuperaciones de septiembre.

Los centros educativos ya han abierto sus puertas para acoger a los alumnos que tienen que recuperar asignaturas suspendidas en la convocatoria ordinaria.
Para estas pruebas no ha hecho falta diseñar ningún plan COVID con el fin de evitar aglomeraciones. De hecho, más o menos la mitad de los alumnos no se presentan a los exámenes de recuperación. Quizás a nivel estatal la media sea algo inferior, pero por ahí andan los datos.

Con estas cifras, nos tenemos que replantear muy en serio qué hacer con la convocatoria extraordinaria. La Universidad ya va un paso por delante desde hace unos años. Y los resultados han mejorado.

La nueva ley educativa no contempla mejoras en este sentido. ¿Por qué? Por la oposición de parte del sector educativo. Los argumentos que yo conozco de los que se posicionan en contra de adelantar a julio la convocatoria extraordinaria distan mucho del punto clave del sistema educativo: el alumno.

Yo siempre he defendido que lo realmente importante del sistema es el alumno. Éste es la razón de ser de la educación. Y todas las medidas y acciones tienen que ir dirigidas a la mejora de éste dentro del sistema.

Y este asunto junto con la repetición de curso es clave para mejorar los resultados de rendimiento académico. Para ello, sería necesario tener una buena Ministra de Educación que hiciese ver a todas las piezas del tablero que éste no es el camino por el que debería discurrir nuestro sistema educativo.

En los centros educativos es vox populi que septiembre no sirve para nada. Los alumnos desconectan, pierden la motivación y los cursos de verano son aprovechados por un porcentaje mínimo de alumnos. Con ello estamos propiciando que nuestros pupilos sigan perdiendo la motivación por los estudios y de cada vez vean más lejos cumplir el objetivo del éxito escolar.

Y la pérdida de motivación no sólo se produce en los alumnos; también en los docentes. De hecho, en las escuelas se invierten esfuerzos, tiempo y dedicación en esta convocatoria de exámenes para no obtener los resultados esperados. Y éste es el pez que se muerde la cola.

Alguien debería empezar a ser capaz de hacer abrir los ojos a los que tienen la responsabilidad de gobernar, a los sindicatos, a la patronal, a los docentes para que empezasen a dejar de mirarse al ombligo y empezasen a mirar al alumno.

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