La desconfianza del país en la confianza

La palabra confianza es a la persona o grupo de personas casi como la fe a la religión, añade ese toque de esperanza a la expectativa que se tiene puesta.

Según LLaurence Cornu, la confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Es una actitud que concierne al futuro, en la medida en que este futuro depende de la acción de un otro. Se podría afirmar, sin temor a equivocarse, que es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no-control del otro y del tiempo.

Por ello, que duda cabe, que después de lo expuesto la confianza es una de las herramientas más importantes que tienen los políticos para vender sus programas y acciones. Pero la confianza del país en los políticos cae en picado con las idas y venidas de errores y mentiras que aparecen día a día en los medios. Por ello, todo el sistema político y judicial está en entredicho, conllevando que desaparezca la confianza en todo el sistema.

El control y las acciones de las conductas de los políticos quedan bajo sospecha y ahora nadie apuesta por ellos, ni rojos, ni azules, ni blancos, ni negros... Muy negro veo al país en esta nueva foto marco que se esta creando, ya que en las conversaciones de calle no hay nadie que confíe en nadie, todo ello debido al circo político-judicial acaecido a lo largo de todos estos años en nuestras islas.

Y así, en este punto, se llega a la desconfianza. La confianza de la sociedad española en que disponía de un sistema político con el que podía hacer frente a los problemas ha venido descendiendo de manera continuada y progresiva desde 2007 y de manera alarmante desde 2010. Ni siquiera la victoria por mayoría absoluta del PP en las elecciones generales de noviembre 2011 y anteriormente, en las municipales y autonómicas de mayo del mismo año, ha conseguido que la confianza de la sociedad española en su sistema político se recupere. Más bien lo contrario. Se ha acelerado la pérdida de confianza de manera significativa.

La crisis política es más preocupante que la crisis económica, porque únicamente desde la política se puede encontrar una solución global para la economía. Si la sociedad no confía en quienes tienen que dirigirla, es muy difícil que se puedan movilizar las energías que en ella existen para salir del estancamiento. La dirección política es la primera tarea que todas las Constituciones encomiendan al Gobierno. En ella, en liderazgo, resume toda la acción de gobierno. Y cuanto más difíciles sean las circunstancias, más necesaria es dicha dirección.

Y yo me pregunto, ¿Que tipo de dirección política tenemos en estos momentos? ¿La de salvese quien pueda y a ver que pasa? Seguimos en guerras internas de partidos y entre ellos, lo que provoca más desconfianza de los ciudadanos, la cual alcanza niveles estratosféricos que llevan a decantarse por alarmantes recién llegados.

Si la solución es que todo caiga y empezar de nuevo, vamos por buen camino; y seguro que los que ahora ostentan poder se preparan ya otro terreno privado de cambios para su bien. La desconfianza del pueblo y la ciudadanía es tal que tendrán que ponerse a trabajar duro para aplacar ese sentir popular.

Como decía Cordu, y a título personal, hay que confiar en un buen patrón que sepa navegar y sujete con mano firmé el timón de la confianza y, así poderse quedar tranquilo a la espera de que culmine la travesía. Sin embargo, desafortunadamente, hoy por hoy no hay nadie que merezca mi confianza.

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