La internalización de IB3 puede esperar

Tres es un número mágico. Las triadas son frecuentes en las religiones y la mitología. Y lo son a la hora de tangar a los trabajadores de IB3, que también tiene su tres. Ya van tres Pactos de Retroceso enredando con eso de internalizar al personal. Es un tema viejo, se lo cuenta uno que fue director de IB3 Ràdio, que estuvo en mesas de negociaciones sindicales —en los dos bandos, en el comité de empresa y en la empresa—, en juicios por prestamismo laboral y en procesos varios ante un togado. Por tercera vez se acercan elecciones y el Pacto anda mamoneando de nuevo con la posibilidad de convertir en personal laboral —que no funcionario porque hablamos de un ente público y no de la Administración– a más de 300 personas. Espero que mis antiguos compañeros no se lo crean y se queden con la cara de ídolo sumerio —ojipláticos, con expresión de asombro, como nos decían en la universidad— cuatro años más.

El director general de IB3, el idolatrado y en su día aplaudido Andreu Manresa, ha encargado un informe externo a la consultora Price Waterhouse Coopers sobre el coste de internalizar a los casi 350 trabajadores que esperan una nómina fija de por vida. El informe concluye que el ente público debería incrementar en 2,46 millones de euros la aportación que ahora destina a la empresa adjudicataria del servicio, Liquid Media, del Grupo Mediapro, de ese gran demócrata llamado Jaume Roures. Roures —Lobo de más que apropiado segundo apellido— anda ahora con inversores de un enorme holding chino a los que IB3 les parece una minucia porque andan interesados en lo que da guita de verdad: el fútbol. Los chinorris –que de purgas saben rato largo desde los tiempos de Mao– no parecen emocionados con lo de cubrir el servicio a una televisión con las audiencias en caída libre y que, en su cómputo global, apenas les deja una ganancia que más que beneficios son migajas.

Si el oriental Roures se pira e IB3 afronta la internalización, el ente puede ir preparando la saca. El informe de Price Waterhouse Coopers asegura que el servicio pasaría de los 11,8 millones de euros actuales a los 14,3. Eso sólo para el año 2019. Luego viene la amortización de material, los departamentos de recursos humanos y administración para gestionar una plantilla que crecería hasta las 450 personas…. Suma y sigue.

La pregunta que surge al respecto es si es más eficiente la gestión de un servicio por una empresa adjudicataria privada o directamente por la cosa pública. En cuanto a eficiencia creo que ambas posibilidades ofrecen resultados similares, todo depende de las personas elegidas para dirigir y gestionar, y de los criterios y objetivos que se fijen. Lo que no admite duda es que la gestión pública directa conlleva unos gastos añadidos: equiparación de turnos, pluses y derechos consolidados, una tasa superior de absentismo laboral…

Pero con todo, el verdadero meollo de la cuestión es si, independientemente de la forma de gestión, los ciudadanos queremos —o nos interesa— un medio de comunicación público con un eco social mínimo. Si vamos a mayo del pasado año nos encontramos con un informe interno de IB3encargado al Instituto Balear de Estudios Sociales (IBES) de dramáticas conclusiones: desde diciembre de 2015, bajo la dirección de Manresa, se ha perdido el 26,24 por ciento de los espectadores. Desde que naciera IB3 en marzo del año 2005, la cadena ha experimentado subidas y bajadas de audiencia, ninguna tan acusada como la actual. IB3, lejos de consolidarse como medio propio y de referencia en la información local, ha cerrado el año 2018 con la audiencia más baja de su historia. Datos de Kantar Media y de la Consultora DOS30 constatan que IB3 ha cerrado el año con un share medio anual del 2,5 por ciento, el más bajo de los registrados. Esta situación empequeñece el debate de si los trabajadores de IB3 deben ser internalizados para situar el foco de atención en la inminente muerte de una radio y una televisión que no han conseguido conectar con el ciudadano que las paga con sus impuestos.

La supervivencia de IB3 pasa por un debate en el que se planteen cuestiones de calado y se fijen una serie de principios que por demasiado tiempo no se han concretado o, en el mejor de los casos, se han aplicado de forma transitoria para ser borrados a lo damnatio memoriae por los gurús que decían que llegaban para “hacer periodismo de verdad”. Sin definir qué modelo de radio y televisión queremos, sin aclarar qué entendemos por servicio público, y sin trabajar para levantar una casa ahora ruinosa, poco hay que hacer.

Así que —por mucho que os pese, antiguos compañeros fuimos— periodistas, camarógrafos, productores… No volváis a caer en la trampa. De momento, a los únicos que han internalizado es a los lingüistas. Cambiar de cama al enfermo no lo va a curar. Y si el enfermo la palma os vais al guano. No digo que vuestras peticiones no sean importantes, y a buen seguro os parecerán urgentes. Pero lo que ahora apremia es que IB3 no se convierta en un fiambre, con suerte en un zombi que camina sin saber que la ha palmado. Eso es lo que de verdad se juega el 26 de mayo. El que prometa la internalización, miente. La internalización de IB3 puede esperar, esa será otra historia.

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