La izquierda tropieza con el feminismo

El Gobierno y el PSOE llevan años explotando un feminismo de cartón piedra mientras acumulan contradicciones que harían sonrojar a cualquiera… menos a ellos. Se proclaman faro moral de Occidente, pero en cuanto se corre un poco la cortina aparece un catálogo de polémicas digno de una serie negra. Ahí está el escándalo de Paco Salazar, otro capítulo incómodo que el Ejecutivo ha intentado gestionar con discreción quirúrgica, como si el país entero no se hubiera enterado ya de la historia. Y todo esto mientras exhiben una superioridad moral que sólo convence a las charos más devotas del argumentario gubernamental.

El sainete continúa con el otrora todopoderoso n°2 de Sánchez, José Luis Ábalos, ese símbolo perfecto de cómo el poder se vuelve ciego cuando mira hacia dentro. "Soy feminista porque soy socialista", decía a la vez que alababa las virtudes de las prostitutas con las que mantenía relaciones "la Carlota se enrolla que te cagas". Las explicaciones llegaron tarde, mal y arrastrando los pies, como siempre. Pero el ritual es conocido: minimizar, victimizarse y acusar a la oposición de manipular, mientras se desvía la atención. Pero su peor delito no es la incoherencia, sino la corrupción. Esa que cerca a Sánchez y Armengol. Ábalos, Cerdán y ahora Leire (la fontanera de Sánchez) ya duermen entre rejas. Podría ser sólo el principio del desfile.

Y si hablamos de incoherencias que dinamitan el relato feminista del Gobierno, es imposible esquivar el fiasco monumental de la Ley del sólo sí es sí. La reforma estrella se convirtió en un boomerang que excarceló o rebajó condenas a cientos de agresores sexuales y que ha arrasado con la representación de PODEMOS en las instituciones convertida en un vago recuerdo de postureo e incoherencia. Una Ley vendida como conquista histórica terminó siendo un regalo jurídico para quienes menos deberían beneficiarse de un error legislativo. Lo trágico es que, ante el desastre, el Ejecutivo optó por culpar a jueces, periodistas, opositores… a cualquiera excepto a quien la redactó y aprobó.

La guinda es el caso Errejón, otro episodio que en la izquierda prefieren olvidar, pero que forma parte de ese paisaje contradictorio que desmiente cada sermón de ejemplaridad. La presunción de inocencia sólo para los míos, el resto son todos culpables. El feminismo institucional del PSOE se ha convertido en una narrativa hueca: morado brillante por fuera, un cenagal ético por dentro. Se sostiene únicamente porque repetir consignas es más fácil que enfrentar la incoherencia estructural. Pero la realidad es tozuda: cada escándalo nuevo arranca otro pedazo del decorado. Y ya queda tan poco, que hasta las charos empiezan a sospechar que detrás del morado solo queda el cartón.

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