Sanidad | La jeringuilla

Enfermería y el sindicalismo forzoso

En unos días se celebran elecciones sindicales en la sanidad privada, algo normal y que no tendría la mayor trascendencia sino fuese por lo ocurrido en algún que otro centro, donde muchos profesionales de Enfermería se han convertido, de la noche a la mañana y sin esperarlo, en sindicalistas forzosos. ¿Y por qué? Esta historia es tan surrealista que no sé muy bien como contarla para que quede constancia de su verdadera dimensión y de todo lo que encierra, así que intentaré ceñirme a los hechos. Resulta que hace un tiempo, trabajadores de estos centros, de otras categorías profesionales y afiliados a UGT y CC OO, pasaron pidiendo firmas a los enfermeros, asegurando que lo único que querían era su apoyo para poder presentarse a las elecciones. Y, naturalmente, casi todos firmaron para ayudarles, porque eran sus compañeros. Pasadas las semanas, cuando apenas si faltaban 15 días para que se celebrasen las elecciones aparecieron las listas provisionales y con ellas la gran sorpresa para los firmantes, ya que resulta que todos aquellos que de buena fe les dieron su apoyo aparecían encabezando las listas de CC OO y UGT, sin comerlo ni beberlo, todos profesionales de Enfermería y muchos afiliados al SATSE, porque está claro que éste es un colectivo en el que los llamados sindicatos de clase, no se comen “un rosco”. Pero no se crean que aquí termina la jugada, que no, porque la idea de estos sindicalistas de pro, que se suponen que están para defender a los trabajadores y no para engañarles, querían que, una vez elegidos, los enfermeros, naturalmente, renunciasen, y les diesen sus horas sindicales, para que ellos pudiesen seguir ¿viviendo del cuento?, porque estaba claro que habían buscado su apoyo para meterles en una lista, recabar apoyos de un colectivo que les da de lado y después quitarles para seguir ellos. ¿Cómo se llama a esta maniobra? ¿Fraude electoral? No sé, lo dejo a los expertos, pero, afortunadamente, no ha podido llevarse a término, porque el 99% de los enfermeros que vio su nombre, la mayoría encabezando las listas, no tardó ni medio minuto en darse de baja y por escrito, porque alguno lo intentó por teléfono y no le hicieron ni caso. El 1% restante decidió quedarse para no enrarecer el clima laboral y provocar un enfrentamiento con personas con las que trabaja cada día. Mientras tanto, el tema todavía sigue siendo la comidilla de los centros privados, demuestra la escasa catadura moral de algunos sindicalistas y ha conseguido el efecto contrario, el que Enfermería vaya en masa a votar a otro sindicato y no a los que les han colocado, con artimañas, en una lista. ¿Qué tenían que haber leído lo que firmaban? Claro que sí, pero seguro que a partir de ahora se lo pensarán mucho antes de apoyar a nadie y leerán hasta la última letra de los papeles en los que estampan su firma. Una historia de lo más edificante y que pone de manifiesto la necesidad urgente de reformar la ley, pero, por encima de todo, de acabar con las subvenciones a los llamados sindicatos de clase y dejar que vivan, como el resto, con las cuotas de sus afiliados.

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